Ana y Martín

El cazador de historias

 Martín y Ana.


Martín había planeado su robo cuidadosamente. Había estudiado las rutas del metro de Barcelona, las horas pico y los puntos más vulnerables de la estación. Había elegido cuidadosamente su objetivo, un turista distraído con una cartera abultada. Todo parecía ir según lo planeado, hasta que se encontró con alguien inesperado en su camino.


Era una noche fría y Martín había estado esperando en la estación de metro durante horas. Finalmente, el turista que había estado observando apareció en el andén de la estación de Universitat. Martín se acercó sigilosamente y comenzó a quitarle la cartera. Pero en ese momento, alguien lo agarró del brazo.


Era Ana, una mujer que había visto todo lo que estaba sucediendo.


—No deberías hacer eso —le dijo ella en voz baja.


— Esa cartera no te pertenece —afirmó Ana.


Martín se sorprendió por el desafío y rápidamente intentó soltarse de su agarre. Pero Ana no lo dejó ir y comenzó a llamar la atención de las personas que pasaban por allí. Rápidamente, se formó un círculo alrededor de ellos, mirando en silencio la escena.


—Voy a llamar a la policía —amenazó ella.


Martín se sentía atrapado, no podía escapar de la multitud y Ana no lo dejaba ir. Decidió hablar con ella y le confesó que lo hacía porque no tenía dinero para vivir. Ana escuchó con atención, sin soltarlo. Después de escuchar su historia, decidió ayudarlo.


Ana le dio su número de teléfono y le ofreció trabajo en su tienda.


 —Necesito a alguien de confianza — dijo ella— Si estás dispuesto a trabajar duro, puedo pagarte lo suficiente para que no tengas que robar nunca más —le aseguró.


Martín tomó el número de Ana y se prometió a sí mismo nunca más volver a robar.


Después de esa noche, Martín comenzó a trabajar en la tienda de Ana. Era un trabajo duro, pero con el tiempo se convirtió en un experto en la venta de ropa y zapatos. Martín nunca olvidó lo que Ana había hecho por él.


 Sabía que había un gran problema con los robos de carteras en el metro, que muchas personas que robaban lo hacían porque no tenían otra opción, así que decidió hacer algo al respecto.


En lugar de simplemente llamar a la policía, Martín decidió tomar un enfoque más creativo. Comenzó a pasar más tiempo en el metro, observando a los ladrones y tratando de averiguar por qué estaban robando. Después de algunas semanas, Martín notó un patrón: muchos de los ladrones eran jóvenes desempleados que no tenían una buena educación o habilidades laborales.


Con esta información, Martín ideó un plan para ayudar a estos jóvenes. Se acercó a los Servicios Sociales y les propuso la idea de ofrecer cursos de formación gratuitos para los jóvenes que robaban en el metro. La idea era que si podían obtener habilidades laborales y un trabajo, tendrían menos motivos para seguir robando.


Poco a poco, Martín comenzó a hablar con los ladrones en el metro y les explicaba su plan. Al principio, muchos de ellos estaban escépticos, pero después de hablar con Martín y ver que realmente quería ayudarlos, comenzaron a considerar la idea.


Finalmente, los Servicios Sociales aceptaron la propuesta de Martín y comenzaron a ofrecer cursos de formación gratuitos para los jóvenes que robaban en el metro. Con el tiempo, muchos de los ladrones comenzaron a tomar los cursos y obtuvieron habilidades laborales.


Gracias al trabajo duro y la dedicación de Martín, la comunidad del metro se volvió más segura y muchos jóvenes encontraron trabajo y una nueva dirección en la vida.


 

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