Elvis, el desconocido, Barcelona y yo

San Wolff

Se sentía como la actriz principal en una película de Hollywood. La gente entraba, salía, se sentaba, se ponía de pie; todos ellos eran extras, actores de reparto de su película, película de la cual ella era la única y auténtica protagonista.


La música de Elvis Presley sonaba como su fiel aliada en sus auriculares, la lírica del “Rey” la trasladaba a la edad de oro del cine yanqui; era una estrella.


“Propera parada Entença”, la ciudad condal interrumpió su blanca y negra fantasía para darle paso a quien sería su actor principal. Se abrieron las puertas y un hombre alto, musculoso y de buen ver entro al vagón.


“Eres el amor de mi vida desconocido del metro”, se dijo para sí misma y, de manera inmediata, su película de vanguardia continuó.


El tenue y romántico Rock’n Roll de Presley creaba una imagen de lo más hollywoodense en su mente. Estaban bailando en un salón grande, elegante y repleto de vestidos y esmóquines de alta costura. Era el comedor del Titanic, con la ropa y ambientación de Casa Blanca y la música del “Rey”, todo era perfecto. Él era Rick Blaine y ella Ilsa Lund.


“Te amo, desconocido que acabo de encontrar en el metro”, le decía en su película.


“Propera parada Hospital Clínic”, comentó la dulce voz del subterráneo de Barcelona.


Se abrieron las puertas y una hermosa y esbelta rubia entró.


“Hola, amor”, le dijo al desconocido del metro.


“Hola, guapa”.


“¿Amor? ¿Guapa? ¿Cómo pudiste hacerme esto?”, mencionó nuestra protagonista para sus adentros con el corazón roto, destruido, congelado.


El tren avanzó y el tono de la historia cambió. Ya no era un baile, era un cuarto destrozado en donde se lanzaban gritos, insultos, platos y todo lo que hubiera a la mano. La canción que acompañó el fuerte momento era Suspicious minds, no podía quedar mejor para el momento.


“¿Cómo te atreves desconocido del metro? Yo te amo y así me pagas, nunca te voy a perdonar."


Observaba con rencor como se besaban en el asiento del vagón lo cual la obligó a subir el volumen de su reproductor.


“Eras el amor de mi vida, me traicionaste desconocido del metro”, le decía con odio, golpes y furia en su historia.


“Propera parada Diagonal, correspondència amb línia 3”.


“Hasta ahora, amor”, mencionó la rubia. Salió de la escena y el tren continuó su camino.


“¿Podrá ser? ¿Tenemos una oportunidad?, se dijo para sí misma y volvió a su película.


Como buen cine yanqui de la época de oro, su historia tuvo un giro inesperado y la batalla previa se transformó en una reconciliación hollywoodense exagerada con tintes eróticos. The Wonder of you irrumpió en la historia como música de fondo.


“Ve cómo me tienes, desconocido del metro, soy toda tuya, te perdono todo, te amo para siempre”, le comentaba al oído, mientras ambos estaban rozando sus desnudos cuerpos en una enorme y exagerada cama.


Justo cuando su fantasía llegaba a su clímax, la realidad llamó a la puerta.


“Propera parada Verdaguer correspondència amb línia 4”.


Se levantó, tomó sus pertenencias, se puso su mochila y I Never been to Spain comenzó a ser cantada por el Rey.


Antes de bajar, se acercó al amor de su vida.


“Siempre tendremos el metro de Barcelona”, le dijo en voz baja.


“¿Perdona?”, respondió.


“Te perdono todo, tranquilo”, salió del vagón.

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