Soy un indio más
Todos los días hago el cambio en Catalunya para luego coger Ferros y subir a la zona alta. Fui lo suficientemente ingenuo al pensar que yendo más arriba podría, algún día, dejar de ser como los de abajo. Pero no: soy un indio más.
Aunque lleve encima un pomo de colonia francesa, veo sus rostros en los vagones y con la mirada sé que me olfatean. Buscan el olor a nacho y arepa que, suponen, desprendemos todos. Como si nuestra carne estuviera hecha de maíz, al que ellos llaman, curiosamente, trigo de los moros.
El lenguaje nunca es inocente. Tal vez por eso les sigue provocando orgullo las grandes empresas que hicieron los indianos en nuestras tierras.
Miro a sus ojos, grandes y azules, muy diferentes de los míos, oscuros y rasgados. Aunque no soy moreno, jamás podría pasar por uno de ellos, ¿de ustedes? ¿De vosotros? ¿Vosaltres?
Aunque no quiera, sé que me parezco más a los vendedores de camisetas falsas del Barça que escapan de los guardias del metro que de quienes comparten trayecto conmigo.
Por más que aprenda la lengua, mi acento de panchito me delatará. Si son capaces de detectar y avergonzar a los mallorquines, valencianos y hasta al president Montilla por su forma de hablar, los que venimos del otro lado del Atlántico no tenemos mucha mejor suerte.
No me lo tomen a mal. No soy ingrato ni resentido. Amo a este país, llamado Catalunya. Amo a su lengua, a sus poetas y su música. He llorado con Raimon y también lo hice viendo El 47.
Sin embargo, aunque en los vagones nos mezclemos, y aunque los años me hagan menos diferente a vosaltres, sé que siempre seré un indio más.