El primer sueldo.

La gacela canosa

EL PRIMER SUELDO Salió por la boca de metro de Urquinaona al centro de la plaza.Se fijó que en un balcón del edificio que tenía enfrente había un hombre con una cámara de trípode enfocando a la calle.Era un 30 de abril de 1927 y ella acababa de cobrar su primer sueldo como taquillera, casi doscientas pesetas; lo llevaba en el bolso dentro de un sobre. Se sentía inmensamente feliz, así que levantó la cara, miró directamente a la cámara y sonrió.Casi cien años después, esa felicidad aún se transmitía en la foto en blanco y negro del vestíbulo de Metro Diagonal.Se veía una chica alta y delgada con un abrigo oscuro en el que destacaba el cuello blanco del uniforme.Tenía veintiún años, se llamaba Júlia y volvía a su casa.La plaza Urquinaona bullía de actividad.En mitad de la calzada, un guardia urbano vestido de blanco y con Salacof dirigia el tráfico. No había sido fácil lograr ese primer sueldo,comenzando por convencer a sus padres de que quería trabajar. En aquella época lo normal era casarse, tener hijos y dedicarse al hogar.Les explicó que las taquilleras solo trabajaban hasta las diez de la noche.También les tranquilizó que, aunque trabajara vendiendo billetes, lo hacía dentro de una taquilla de madera.A Júlia le gustaba mucho su trabajo. Entraba a trabajar a las siete de la mañana en la estación de Urquinaona, vestida con su uniforme de color azul oscuro y su cuello de color blanco, se metía en su taquilla y vendía billetes de cartón.Ella preguntaba el destino, imprimía el billete y devolvía el cambio.Era cuidadosa porque luego las revisoras los comprobaban y los picaban con un cúter.Al pasar delante de un cine , Julia vio anunciada la película “El maquinista de la General”. Ahora ella podría ir al cine sin problemas. Era la envidia de sus amigas porque como no sabían leer y escribir, tenían que ser niñeras o cocineras, pero ella era taquillera del metro y tenía cuello blanco en su uniforme. Eso le daba categoría, como a las telefonistas o las bibliotecarias.Le había enseñado a leer la tía Angela, una maestra jubilada y solterona que vivía con ellos.Muchas mujeres en Barcelona eran analfabetas.  Pasó junto al mercado de Santa Caterina donde su familia tenía un puesto de verduras. Le había ayudado mucho porque desde pequeña había adquirido habilidad en cálculo mental, en el manejo de monedas y en el trato al público.Por eso superó el examen de ingreso.Entró en la pastelería.El corazón de Julia se puso a cien porque detrás del mostrador le sonreía Daniel. Se conocían del barrio y siempre se habian gustado.-" Un brazo de gitano, Daniel".Se había puesto roja. Daniel le gustaba de verdad pero había un gran inconveniente: para ser taquillera del metro había que ser soltera. No había taquilleras casadas. Si te casabas perdías el puesto porque se consideraba que el lugar de una mujer casada estaba en su casa con su marido. Julia salió de la pastelería con el corazón roto. Ahora estaba triste. Aquello era una injusticia. Tener que elegir entre el amor o un trabajo era algo que los hombres no sufrían. Ellos podían tener las dos cosas. Era terriblemente injusto.- "Algún día una mujer tendría que poder ser taquillera y estar casada, o ser maquinista o mecánica o lo que le diera la santa gana…como si quería ser presidenta del metro.”  Se limpió una lágrima con la manga del abrigo y al sacar las llaves del bolso vio el sobre. Lo tocó.Sintió que aquel sobre con billetes era un logro enorme .- “Por este sobre se empieza” pensó Júlia.

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