Día a día
Dejo constancia de que he venido a trabajar como de costumbre, y enciendo el motor del bus exactamente a las 08:55. Tengo que seguir el mismo trayecto de siempre, ya me lo sé de memoria, sin embargo, no es extraño que corten alguna calle por esto o por lo otro, quién sabe, quizá por un incendio, por lo que me estreso mientras la radio reproduce la primera canción de la mañana: , de Adele, y salgo del recinto.
Pasa una hora y todo comienza a volverse más caótico. Ya no son adultos yendo al trabajo, sino turistas y jóvenes Se sube una pareja de chicas y ambas pasan de largo. Decido no dar por hecho que meterán la tarjeta al bajar, y les llamo la atención con un “tchh” que probablemente ha escuchado todo el mundo. Tenéis que pasar el billete por la máquina, les digo, y pasan de mala gana el pasaje por la validadora. Cuando ya han cumplido con su deber como ciudadanas, cierro las puertas y vuelvo a emprender la marcha.
El muchacho me mira con desprecio, como si yo no fuese capaz de entender cómo se siente o lo mucho que va a afectarle tener que esperar 15 minutos más hasta que pase el próximo autobús. Por suerte, la luz del semáforo vuelve a ponerse ver de, por lo que avanzo una vez más, acompañada por un extraño sentimiento de vergüenza.
La gente grita, y por un momento llego a pensar en la posibilidad de haber atropellado a alguien. Freno de golpe, se hace un profundo silencio, y miro hacia atrás para comprobar si hay algún herido; nadie. Acto seguido, mi cabeza de un giro de 180 grados, y me preocupo por lo que sucede en el exterior; personas mirando, llamando a la policía o preocupadas por lo sucedido.
Justo después de lo ocurrido, llego a la conclusión de que, tras varios años, es hora de retirarse de la humilde profesión de autobusera.
Categoria de 13 a 17 anys. Institut Vilanova del Vallès