Ojos fríos buscando calidez
Me aterraba mirarle, esos ojos azules que siempre me habían atraído se volvieron un infierno para mí. Esa mirada intensa que cada vez que podía recorría las curvas de mi cuerpo, haciendo que nacieran escalofríos donde murió la calidez, me hacían sentirme una cobarde. Esa persona que pasó de ser el hombre que quería a mi lado al monstruo que no quería ni ver. Cada día tenía que compartir 15 paradas con él, solos en ese maldito vagón recóndito. Si tuviera coche podría dejar de ir en metro, podría dejar de recordar todo lo que me hizo. Podría volver a reír mientras veo ‘The Big Bang Theory’, podría ser igual de feliz que antes, podría volver a vestirme como me gusta, podría volver a ser yo. Nadie te habla de que la persona en la que más confías puede quitarte la voz. Te quitan la voz y esperan que les respondas.
- Ya ni me saludas.- Su voz me suena desconocida, ya no la recordaba.- No sé por qué exageras tanto, sí sé que te gusto. Antes con solo mirarte se te abrían las pi…
- ¡Cállate!
No podía soportar que me hablara, con solo escuchar su voz podía recordar todo con tanta claridad. Cuanto más lo escucho hablar más me doy cuenta de lo mucho que lo idealicé, pensaba que él sería diferente, pero lo único diferente fue la forma en la que me decepcionó. La forma en la que me cortó las alas, la forma en la que le conocí realmente.
- Déjate de tonterías, si lo disfrutaste y todo. Pero no pasa nada, me gusta que te hagas la dura.
Cuando empezó a acercarse a mí sabía que volvería a pasar, pero esta vez ya no tenía miedo.
- Ya verás como se te quita la cara de amargada cuando te...- paró de hablar, o al menos mi cerebro dejó de escuchar, era como si estuviera en una burbuja protectora. Mis ojos se llenaron de lágrimas y veía todo borroso, pero tampoco podía cerrarlos. Cuando me subió la camiseta se dio cuenta de que el temporizador que había en mi pecho marcaba el tiempo que nos quedaba de vida. 30 segundos para que los únicos que estábamos en ese vagón pasáramos al otro lado. Era tan tonto que tardó la mitad del tiempo que le quedaba de vida en darse cuenta de lo que iba a pasar, pero cuando lo hizo se le borró la sonrisa y sus ojos se oscurecieron. Esos ojos que tanto daño me habían hecho se volvieron otros.
- ¿Qué tipo de broma es ésta? No hace ni puta gracia.
- Claro que no hace gracia, porque no es una broma.
Las últimas palabras que él escuchó. Las últimas palabras que dije.
Categoria de 13 a 17 anys. Institut Eduard Fontseré