ALICE Y MAX
Alice era una joven extranjera que acababa de mudarse a una gran ciudad. Venía de un pequeño pueblo rodeado de montañas y estaba emocionada por la nueva aventura que les esperaba. Con ella, había traído a su mejor amigo, Max, un perro grande y peludo con ojos brillantes. Max siempre había estado a su lado y juntos habían explorado muchos lugares.
Un día, Alice decidió que era el momento de conocer la ciudad. Cogió su mochila, puso la correa a Max y salió de casa. Mientras caminaban por las calles llenas de gente y ruido, Max movía la cola con emoción. Todo era nuevo para él: las tiendas, los coches, los olores diferentes… Pero lo más sorprendente llegó cuando Alice decidió tomar el Metro de Barcelona.
Alice nunca antes había viajado en metro. En su pueblo no había trenes subterráneos, así que estaba un poco nerviosa. Bajó las escaleras con Max a su lado y llegó hasta la estación. Había muchas personas esperando y el ruido de los trenes era fuerte. Max se quedó quieto, observando todo con atención.
Alice miró los carteles y trató de entender el mapa del metro. Parecía un laberinto de líneas de colores y nombres desconocidos. Finalmente encontró la dirección correcta y compró un billete en la máquina. Luego, se acercó a la entrada, pero había un problema: Max no podía pasar por los torniquetes.
Una señora mayor, que estaba cerca, vio su problema y sonrió.
--Si tu perro es grande, puedes pasar por la puerta especial para personas con mascotas, --le dijo amablemente.
Alice le agradeció y buscó la puerta. Empujó con cuidado y Max entró sin problemas.
--¡Bien hecho, Max!, --dijo Alice, acariciando su cabeza.
Cuando el metro llegó, Alice y Max subieron. El vagón estaba lleno de gente y Max se sentó junto a ella, tranquilo. Algunas personas miraban el perro con ternura, y un niño pequeño se acercó con una sonrisa
--¿Puedo acariciarlo?, --preguntó.
Alice afirmó y Max movió la cola feliz.
El viaje fue interesante. A cada parada, nuevas personas entraban y otras salían. Alice escuchaba los anuncios de las estaciones y miraba por la ventana, aunque solo veía túneles oscuros. Después de varias paradas, llegaron a su destino. Salió del metro con Max y subió las escaleras hasta la calle.
La ciudad era hermosa. Alice y Max caminaron por un parque grande, donde Max pudo correr y jugar. Mientras Alice se sentaba en un banco, miró a su alrededor y sonrió. Se sentía feliz. Había superado su miedo al metro y ahora podía explorar más lugares con Max.
Al caer la tarde, decidieron volver a casa. Esta vez Alice ya sabía cómo usar el metro y Max también parecía más tranquilo. Subieron al tren, se sentaron juntos y disfrutaron del viaje de regreso. Cuando llegaron a su parada, salieron sin problemas y caminaron por las calles iluminadas por farolas.
Al llegar a casa, Alice se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá. Max se acostó a su lado, cansado, pero contento. Alice le acarició la cabeza y le susurró:
--Hoy ha sido un gran día, ¿verdad, Max?
Max movió la cola y cerró los ojos. Alice también cerró los ojos por un momento, recordando todo lo que había vivido ese día. Se dio cuenta de que cada pequeño reto la hacía más fuerte y que, con Max a su lado, cualquier aventura sería más fácil de afrontar.
Categoria de 8 a 12 anys. Institució Igualada