Próxima estación: La amistad para toda la vida
El sonido del metro moviéndose a toda velocidad marcaba las mañanas de Marta y Lucía. Cada día, a la misma hora, cogían el mismo tren sin conocerse. Marta siempre se sentaba al lado de la ventana con los auriculares puestos. Lucía, en cambio, leía un libro diferente cada mañana.
Durante meses, compartieron el mismo vagón sin decirse una sola palabra. A veces, Marta levantaba la vista, observaba a Lucía y se preguntaba qué historia estaría leyendo. Por otro lado, Lucía, había notado la costumbre de Marta de mover los pies al ritmo de la música y se preguntaba qué canciones escucharía. Pero la vergüenza les impedía hablar.
Algunas mañanas, cuando el metro estaba lleno, estaban de pie, prácticamente rozándose. Otras veces, si el vagón iba casi vacío, acababan sentadas cerca sin darse cuenta. Cada una estaba en su mundo, sin saber que pronto formarían parte del mismo.
Un día, Marta se dio cuenta de que Lucía se había dejado un marcapáginas en el asiento y lo cogió. Al día siguiente, se lo devolvió.
—Creo que esto es tuyo —dijo.
Lucía la miró sorprendida.
—Gracias. Pensaba que lo había perdido.
No hablaron más ese día, pero algo cambió. Al día siguiente, cuando subieron al metro, Lucía le preguntó a Marta sobre su música favorita. Poco a poco, dejaron de ser desconocidas y empezaron a hacerse amigas.
Con el tiempo, Marta y Lucía empezaron a esperarse en la calle antes de bajar al metro. Luego, se veían antes para tomar un café. Sus charlas pasaron de ser sobre libros y música a temas más profundos.
Cada mañana se convertía en una pequeña aventura. A veces, simplemente estaban en silencio, disfrutando de la compañía de la otra. Cuando el metro se llenaba mucho, hacían lo imposible para estar juntas, incluso de pie.
Algunos días, de tanto hablar ya no sabían qué contarse y jugaban a inventar historias sobre la gente que las rodeaba. Miraban a un hombre con traje y maletín y se imaginaban que en realidad era un espía. Reían sin parar pero en voz baja para no llamar la atención. Después de un tiempo, hasta los trabajadores del metro empezaron a reconocerlas y saludarlas cada mañana. Pasaron los años; los trenes cada vez eran más modernos, pero su amistad se mantenía igual.
Ahora, Marta y Lucía tienen más de ochenta años. Físicamente han cambiado pero siguen teniendo la misma sonrisa de siempre. Siguen viéndose cada día, aunque el metro ha sido reemplazado por paseos en los que recuerdan sus trayectos en metro.
Categoria de 13 a 17 anys. Fert Batxillerat