Un parón forzoso

Dalila

                                        


De repente, como si de una película con Will Smith se tratase, “el prota” eres tú, aquellas calles desiertas son las tuyas y aquella ciencia ficción no es tal, sino tu día a día. Te sientes estafado, que te están robando momentos, vida y libertad.


Alguien ha pulsado el botón del stand-by y tu ir en metro todos los días ya no existe, ni el trabajo, tampoco tu familia, ni tienes derecho a dar un beso o abrazo a tus hijos, pareja o nietos.


El sol siempre lo ves desde el mismo sitio y el mar en la lejanía. Tener una casa, hacer un viaje o ahorrar dinero pasan a segundo plano y tu prioridad es no contagiarte y tener una buena salud.


Sacas el perro con inquietud y procurando no ser multitud, por ser factor de riesgo. La tele pasa a ser un artefacto monotemático, lo cual me contraría bastante. Por otra parte, valoro cosas que antes me pasaban desapercibidas, como el olor de un buen café de la mañana, lo bien que te sientan aquellas tostadas crujientes con mantequilla, aquel aire limpio que respiras, el azul tan claro del cielo, el parloteo de los pájaros que en lenguaje de pájaro se preguntan ¿qué está pasando?, sin que los enmudezca el ruido del camión de reparto o el bullicio callejero del día a día.


 Me preocupa no ver la parada del bus o del tren, ni compartir viajes, anécdotas y parte de mi vida cotidiana de tantos años con otros a los que tan siquiera nos hemos mirado,  con las prisas de llegar a la hora al trabajo, o a veces encontrar miradas pasadas que hacía tiempo que no veías, compartiendo la ilusión del encuentro y que ahora más que nunca necesitamos el calor de nuestras miradas, o comunicarles la alegría que sentimos de estar vivos, sea donde sea que nos encontremos.


Felicidad quizás no llego a sentir por las consecuencias duras que comporta la enfermedad,  pero estoy contenta cuando me demuestro todos los días la capacidad de adaptación a mi reclusión, mi lucha del día a día con grandes dosis de serenidad. Espero con todas mis fuerzas que unidos podamos salir de esta adversidad, sacando lo mejor de nosotros mismos a través de los dibujos, escritos, poemas o música  que nos ayuden a pasar este mal momento y que  sepamos trasmitir a los demás, provocando risas y alegría de estar unidos en la distancia, y poder decir con la boca pequeña el refrán de la abuela: "No hay mal que por bien no venga".


Espero que la lucha por la vida, el coste de la libertad de todos y el estar juntos en esto, con trabajo desde la línea de fuego o desde el confinamiento, signifique  no volver a una normalidad pasada, sino a una realidad normalizada nueva, que comporte una diferente pauta de conducta global, con  buenas prácticas de civismo, con  respeto por el medio ambiente, con un plan de acción conjunto efectivo, un consumo razonable y una comunicación con los demás digna y envidiable.


 


 

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