El Día D

Susibus

Llevaba mucho tiempo esperando a volcar lo que tenía en la cabeza y finalmente, llegué a la conclusión de que éste era EL DÍA para comenzar. Y así, armada de libreta y boli bajé al metro, y me sumergí en el bullicio de la gente.


Era hora punta, en el andén se respiraba la prisa de los viajeros por llegar donde fuera, trabajo, estudio, compras. Compartiendo sin intimar el breve momento que media entre que subían y bajaban del vagón.


No me senté, ¿para qué? si en una parada me cambiaría al Funicular del Montjuïc.


Me quedé junto a la puerta, no sin antes echar un vistazo a la fauna que me acompañaba. Eran mayormente estudiantes y también un trabajador rezagado, que con preocupación consultaba la hora y dejó escapar un suspiro de alivio al llegar a su parada. Descendió con rapidez, y a grandes zancadas, desapareció de mi vista.


Mientras yo, con toda la tranquilidad del mundo, me dirigí al Funicular.


Hacía años que no venía.


El corredor que conducía a la terminal me sorprendió, podría servir de pista de baile, tan amplio y reluciente ... tuve que contener mis ganas de hacer una prueba de acústica, pero seguro que funcionaría bien.


Decidida, subí al primer vagón y cuando el pequeño tren arrancó se produjo la magia ... al entrar en el túnel me sentí transportada a otra época, cuando al viajar en metro, desde el vagón delantero podías ver la hilera de bombillas iluminando a su paso.


Los recuerdos de la llegada a Barcelona me invadieron, corría el año 1983. Una ciudad diferente a mi Montevideo y no obstante, familiar. Las mismas baldosas en las calles, los mismos plátanos dando sombra y un estilo edilicio que me recordaba la Avenida Agraciada.


Y la sorpresa del catalán ... ¡llegar aquí y encontrarte con un idioma que no entendías! Y no es que no hubiera estudiado Historia, aunque allá hay apellidos catalanes, vascos, gallegos, e incluso en Arqueología estudiamos el Homo Catalanensis, no visualizas la diversidad hasta llegar aquí.


Me sonrío al recordar a una compañera de mi primer trabajo en Uruguay ... ¡Dieciocho años, quien los tuviera! Al tiempo de estar aquí y habérseme contagiado un poco la "a" abierta, comprendí que mi amiga no tenía ningún defecto en el habla como yo creía, sino que al ser hija de catalanes había heredado el acento...


Y cómo se me abrió el pecho, y respiré profundamente mi nueva ciudad el día que sentí que estaba en casa. No tardé mucho, sólo fueron seis meses.


A partir de entonces, la he recorrido muchísimas veces, en metro, en bus, a pie ... Y no hay un día que no me sorprenda con un sitio nuevo, o una nueva perspectiva de lo conocido ... los restos de la Muralla Romana en la zona de la Catedral, Santa María del Pi, mi favorita; la Torre Romana de la Plaza dels Traginers y un lugar que para mí es mágico, la Plaza de Sant Felip Neri. Si van allí una noche de verano y tienen la suerte de encontrar la fuente funcionando, cierren los ojos y quizás oigan los pasos de otras épocas resonando en su adoquinado.


Finalmente, llegué a mi destino, la terminal superior del Funicular, al lado del Teleférico, y sin prisas, disfrutando con cada paso, me introduje en los Jardines de Mossèn Cinto Verdaguer.


Sentada en uno de sus bancos, con la ciudad a mis pies, bella, enmarcada entre el mar y las montañas, cogí el boli y empecé a volcar estas memorias, era el Día D, de Decisión ...


Hay más, mucho más, pero eso ... es materia del próximo relato. 

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