UN SANT JORDI DIFERENT

joan soldevila

Carlos se subió a un vagón de metro que, según se había informado previamente, le dejaría cerca de la entrada del cementerio de Les Corts. Durante el trayecto se aferraba a una hermosa rosa roja, que como cada año y en esa misma fecha había comprado en el mismo lugar. Siempre para la misma persona. No pudo evitar entristecerse, era el primer Sant Jordi sin ella. Se llamaba Esther y había sido su compañera durante más de cuarenta años. Un cáncer fulminante se la había llevado hacía poco más de un mes.


Cuando llegó a la estación en cuestión, bajó y caminó con paso pausado hasta el nicho de su esposa. Cuidadosamente dejó la flor en uno de los lados y susurró, entre lágrimas, unas sentidas palabras : " Estés dónde estés, te quiero. Algún día volveremos a estar juntos y esa vez será para siempre "


Hasta aquel momento había sido una mañana oscura y desapacible pero, inexplicablemente, un sol reluciente se abrió paso entre las negras nubes e iluminó la emocionante escena. Carlos lo consideró toda una revelación.

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