Un beso
Corro, corro con toda mis ganas hacia el metro.Voy a llegar, voy a llegar…
* Una parada y llego.
Es él, debo correr más.
¡ La tarjeta! Aquí está. Entro y bajo corriendo las escaleras ¡Sí! Cuando estoy llegando casi al final del andén, el metro para justo a mi lado y subo.
* He llegado, pero estoy un vagón atrás.
* En la siguiente parada cambia.
Con los nervios a flor de piel, noto el suave tirón del metro cuando frena y rápidamente me cambio de vagón.
Camino hasta la última puerta, el corazón me late a toda prisa, apenas puedo contener mi respiración. Apoyo la cabeza y respiro hondo. Noto cómo se abren las puertas, otra parada.
* ¿Has llegado?
Levanto la vista y ahí está, reflejado en el espejo. Tal como le recordaba…
Y de pronto nuestras miradas se cruzan en ese espejo. No puedo apartar la vista y siento como una sonrisa se dibuja mi cara.
Mi corazón cada vez late más deprisa. De pronto una puerta se abre. Y sé que se abre para mí, me acerco despacio. Es él.
Entro y me apoyo en una de las paredes de esa cabina, jamás había estado dentro, él cierra la puerta y al volver se para justo delante de mí. Está muy cerca. Puedo sentir su respiración, tan jadeante como la mía.
- Hola…
- Hola…
Y sin más, un beso, rápido y suave como una caricia.
Estoy paralizada, no puedo moverme.
Él vuelve a poner en marcha ese tren, por un momento miro fascinada cómo toca botones, botones que ni siquiera sé para qué están ahí.
Y vuelve a mi, sus labios, suaves, vuelven a rozar los míos. Esta vez el beso es más profundo, su lengua lucha con la mía, hasta convertirse en un beso primitivo, que sin duda me hace viajar más lejos que este tren.
Al separarnos, volvemos a estar sin respiración.
- ¿En qué parada estamos?
- Te queda una.
Me acerco a su silla y me coloco a su lado, ver cómo el metro avanza por ese túnel oscuro es inquietante. Una mano me abraza por la cintura.
- Ya paramos.
Y con toda valentía vuelvo a besarle.
- Gracias, ha sido un viaje maravilloso.
Se levanta y me abre la puerta.
Salgo de allí tan rápido como mis piernas me lo permiten, ahora mismo son de gelatina.
Ya en la calle, cojo una gran bocanada de aire, fresco y puro. Respiro tan profundamente que me duele el pecho. Instintivamente mis dedos rozan mis labios, cierro los ojos y recuerdo ese beso…
Sin duda el viaje más corto de mi vida, pero he ido lejos, muy lejos.