Un día raro

Diamantina

Hoy es uno de esos días raros, en los que te preocupas por la gente que no conoces que ves por la calle. Aquella abuela, que cada mañana te cruzas que va a buscar el pan y hoy no la has visto: ¿le habrá pasado algo? ¿Estará bien? Aquel señor que te encuentras cada mañana en la entrada al metro y hoy no lo has visto. ¿Qué le ocurrirá? ¿Va tarde? La chica rubia que cada mañana pasea el perro antes de ir a la universidad, que tampoco hoy has visto: ¿Se ha dormido? ¿Hoy no tiene clase? O, igual ha salido antes.


Me fijo en todas aquellas personas que van conmigo en el vagón del metro y van pensando, sin mirar el móvil (hoy todo el mundo mira el móvil): ¿Qué les pasará? Hasta aquella chiquita joven que va llorando y me dan ganas de preguntarle qué está pensando y si la puedo ayudar, porque creo que la habrá dejado el novio y seguramente es lo mejor que le ha podido pasar. Esos dos estudiantes que van hablando de lo difícil que son los exámenes y lo nerviosos que están. A los que me gustaría decirles que disfruten más de esa época y no se preocupen tanto. Ese adolescente que va mirando videos de reggaetón con la música a toda castaña para que escuche todo el vagón y cuatro metros más atrás, al cual le regalaría unos cascos para que no molestara al resto de pasajeros. A esa madre con el bebé en brazos, que no para de llorar y cogiendo el carro con la otra mano y haciendo malabarismos para poder trasladarse seguramente a casa de los abuelos o a ver al pediatra.


Así como todas aquellas personas que van cada mañana conmigo en el metro que van a trabajar a la misma hora que yo, que ya creo conocer.


La verdad, es que me hago historias de gente que no conozco y me gustaría preguntarles qué les pasa y si puedo ayudarles, pero no lo hago porque seguramente pensarían que no ando bien de la cabeza (y no se equivocarían).


No había explicado que cada mañana hago el mismo trayecto al trabajo, y siempre me cruzo con las mismas personas, personas que no conozco realmente pero que veo casi cada día. Además, tengo la suerte de coger siempre la misma línea de metro y no tener que hacer trasbordo, así que me siento habitualmente hasta llegar al centro de Barcelona (Si no veo a nadie que necesite al asiento, que por supuesto le cedo). En la parada de mi barrio siempre me encuentro con un compañero que iba conmigo al colegio, aunque a diferente clase, que trabaja en la estación, y cada mañana nos saludamos y me sonríe, y eso hace que vaya contenta a trabajar y que sea un día mejor para mí. Luego cojo el metro y suelo ir leyendo hasta llegar a la parada de mi trabajo, pero hoy, era un día diferente.


Bueno, esta mañana, entre la abuela del pan, el señor del metro, la chica del perro y todas las personas que viajaban en mi vagón,  vi al chico más guapo de mi barrio, ya había explicado que trabaja en la estación, pero le vi muy desmejorado, más delgado, más blanco, con barba medio blanca (supongo que todos nos hacemos mayores) y con cara de muy preocupado, aun así muy guapo.


Me miro, le miré y él miró al suelo, hecho que me dejó muy preocupada. ¿Qué le pasaría? Esta vez no me sonrió y yo iba vestida muy mona. No lo sé, me hubiera gustado preguntarle, porque al fin y al cabo no es un desconocido, pero no lo hice, así que ahora me toca pasar todo el día con esa intriga. ¡Qué remedio!


El problema es que ahora llego tarde al trabajo y estoy preocupada. ¿A alguien del metro le pasará lo mismo que a mí?


 


 

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