Sant Jordi Bros.

Ivanhoe

-Toda la gente nos está mirando -le dijo Jordi en voz baja a Rudolf, el dragón, que estaba sentado a su ladol.


-Mientras no sea porque esté obligado a llevar bozal en el metro -replicó el dragón mirando a su alrededor. Efectivamente, todas las miradas en ese vagón estaban clavadas en ellos. Estuvo tentado de soltar uno de sus rugidos, pero desechó la idea enseguida, hoy era la presentación de su segundo libro y no quería mala publicidad.


-La siguiente parada es la nuestra Rudolf, la librería está muy cerca de la plaza Urquinaona.


El caballero Sant Jordi y el dragón hacía sólo un par de años que, cansados de tantas batallas y tantas heridas, habían decidido unir sus caminos para algo productivo. Un día, antes de una batalla, decidieron que antes se sentarían y hablarían.


-Estoy agotado, cada año es lo mismo, nos reunimos el 23 de abril para pelearnos, para diversión de la gente. Antes que estaba la princesa tenía un sentido, los dos estábamos enamorados de ella. Pero hace años que se marchó con otro hombre, como bien sabes -se lamentaba el caballero.


-Yo también estoy agotado, me estoy haciendo un dragón viejo, y además, mis colmillos están desgastados y apenas puedo sacar fuego sin esfuerzo.


-Pues paremos ya, dragón. Llevamos tantos años peleando que ni siquiera sé tu nombre, ni conozco tu historia.


-Me llamo Rudolf. Y me separaron de mis padres al mes de nacer, en un valle de Noruega. Me criaron en el zoo de Barcelona, hasta que gente de poder se le ocurrió que podían incrementar más sus bolsillos si me ponían a luchar contra un caballero de la nobleza catalana, contra ti.


-Una historia triste. Yo también me siento utilizado -contestó con sinceridad Sant Jordi.


-Ya es hora de unir nuestros caminos y rebelarnos contra el sistema que nos ha puesto aquí, -respondió con determinación el dragón -no dejaremos que nadie más gane dinero a nuestra costa, ni que nos exploten más.


-Brindo por eso, crearemos nuestra propia marca, se acabó esta lucha sin sentido -exclamó el caballero tirando su espada y su armadura al suelo. Dicho y hecho, Sant Jordi y el dragón sacaron un libro contando sus vivencias. Tuvo tanto éxito que al año siguiente ya estaban en la presentación del segundo, que también prometía ser un éxito de ventas, incluso superando al primero.


-¿Por qué no damos un pasito más y sacamos un videojuego de nosotros? -propuso Jordi mientras estaban en la firma del libro.


-No es mala idea no, el juego del fontanero con bigote lleva muchos años triunfando en los hogares de todo el mundo -comentó ilusionado el dragón.


-Tengo los contactos apropiados, un par de amigos desarrolladores de videojuegos que nos van a ayudar a llevar este sueño adelante, nos vamos a hacer de oro, Rudolf -exclamó con una gran sonrisa el caballero mientras seguía firmando ejemplares.


Y así fue, Jordi y Rudolf crearon su propia marca de videojuegos. Tras varias batallas legales, un juez les autorizó que se pusieran el nombre de "Sant Jordi Bros". La mecánica del juego era simple, ir pasando los noventa y nueve niveles diferentes hasta llegar al enfrentamiento final contra el malo, el caballero Sant Jordi, que había secuestrado a la princesa. Porque en este juego la originalidad era esa, por primera vez en la historia de un videojuego, un dragón era el héroe y el humano el villano de la historia. Una vez rescatada la princesa, ésta premiaba al dragón con una rosa eterna, creada de la sangre derramada de Sant Jordi, con los pétalos de colores de la bandera catalana.


FIN

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