Líneas Fugaces
Hace unos años, empecé a escribir haikus en el metro de camino a la oficina. Al principio, no sabía lo que estaba haciendo ni realmente por qué, pero una cosa estaba clara: ya no quería malgastar este tiempo de tránsito desplazando la pantalla de mi móvil. Solía ver a los pasajeros que no habían roto esta costumbre, cuyos rostros estaban iluminados por la luz de sus pantallas, y me preguntaba si se sentían igual que yo. Como sonámbulos atrapados en un sueño tecnológico.
Esto es lo contrario al haiku, una forma poética que anima al escritor a conectar con el mundo. Si eso suena demasiado hippy, créeme, no lo es. Para escribir un haiku, tienes que estar consciente de tu entorno y sentir «la agudeza de un instante de vida» (Couchoud) cuando roza tu piel. Tienes que convertir esa sensación en un poema que podría caber dentro de una sola hoja... de olivo. Un haiku suele ser tan corto como 17 sílabas.
Dicen que estos poemas japoneses son parecidos a canciones, o bailes. Solo sé que deben ser sencillos, honestos, y plenos de vida. Un haiku es como ese momento en el que alguien te toca el brazo y te señala algo curioso, para que no se te vaya a pasar de largo.
Cada mañana, mientras el tren temblaba bajo mis pies, intentaba componer otro poema con esas características. Guiado por los libros Seis Claves… de Seiko Ota y El Haiku Japonés de Fernando Rodríguez-Izquierdo mis haikus del metro pasaron de ser horribles a aceptables. A veces traía elementos de la superficie (el sol, la lluvia, la luna) al subsuelo. Otras veces trazaba el contorno del tatuaje de un desconocido, o la forma de una pregunta que me venía a la mente. Uno a uno, mis haikus fueron formando un pasaje a través de las estaciones y de la ciudad. El resultado es este: un ciclo de 17 poemas de 17 sílabas para el 17º Concurso de Relatos Cortos. Un canto a la vida.
Badalona Pompeu Fabra
Perrito rojo
esnifando los pies -
risa de niño.
Gorg
Serpientes finas
rodean sus muñecas.
¡Ríos de tinta!
La Sagrera
No tiene dientes
el viejo que traía
flores silvestres.
Verdaguer
La discordancia
entre las voces y los
pétalos mudos.
Passeig de Gràcia
Pequeño insecto.
¿Eres yo en otra vida?
Guiris perdidos.
Barceloneta
Estación vieja.
Saltan dos nadadores -
¡Zas! Agua fría.
Besós
¿Quién está solo:
el que habla con la lluvia
o el que la escucha?
La Pau
Vía tranquila,
un acuario de caras
pasa rodando.
Sagrada Família
Las multitudes
los empujones, ¡Una
obra maestra!
Universitat
Su libro abierto:
un árbol encubierto.
Mi móvil, muerto.
Catalunya
Padre bailando
la rumba en el tren
nos deja sonriendo.
Liceu
Las calabazas
están vestidas - ¡mira!
el dulce ocaso.
Paral·lel
Empapado en
la tristeza del invierno:
“¿una moneda?”
Espanya
Gorro termal
dormido en las vías
el plenilunio.
Torrassa
¡Ah! Somos todos
pasajeros, buscando
nuestro destino.
Mercat Nou
¡Paloma lista!
Cogiste el tren a casa.
¿Y tu maleta?
Hospital de Bellvitge
Sin altavoces
la cantante grita,
“merci, gracias, adiós!”