Cruce de recuerdos de historias pasadas

Eón Lys

Eran las 19:24 de un lunes demasiado largo. Concretamente, del 30 de diciembre. Bajé refunfuñando las escaleras del metro de Diagonal. Estaba más silencioso y oscuro de lo habitual, pero era tarde, así que no le di mucha importancia. Me dejé caer en el banco, estaba agotada. Y sola. 


Por un momento me quedé mirando a la nada, y tras una impaciente espera, comencé a sentir una vibración, cada vez más potente, unida a una ligera ráfaga de aire. El metro llegaba, por fin. Era antiguo, más bonito y con más detalles que los actuales. También estaba vacío. Aunque sin pensarlo demasiado, subí. 


Se cerraron las puertas, y el tren partió. Tardó más de lo habitual en alcanzar la siguiente estación, y allí se paró bruscamente. Se abrieron las puertas y pareció apagarse el ruido del motor. Estaba confusa, así que pensé en sacar el móvil para grabarlo. Además, habían dejado la estación preciosa. Se podía leer Aragón y había diferentes dibujos de antiguos anuncios. Pero mi móvil había dejado de funcionar, y al mirar mi reloj, me percaté de que también se había parado.


Salí del vagón, miré a ambos lados, y pude distinguir una figura que apareció al final del andén. Era una chica, pero no como yo. Su piel era pálida, casi transparente, y su ropa era antigua, como de otra época. Sus ojos brillaban con una intensidad que nunca había visto.


“¿Has llegado por accidente?” preguntó con voz suave pero firme. No pude responder, pero asentí lentamente. "Este lugar no es para los vivos", continuó. "Es un cruce de almas, de recuerdos, de años olvidados. Aquí, el tiempo se detiene para aquellos que no pueden avanzar."


En ese momento, sentí como todo mi alrededor comenzó a llenarse de lo que parecía, vida. Más figuras empezaron a materializarse. Algunas eran sombras que apenas podían definirse, otras, reflejos de rostros nostálgicos de épocas pasadas. Los murmullos de las almas flotaban en el aire, como ecos de historias no contadas.


"Debes marcharte", dijo la chica mientras clavaba sus ojos en los míos. "El tren no volverá a pasar. Estás atrapada aquí, como todos los demás." Mis piernas temblaban, pero no podía moverme. El miedo se había apoderado de mí, y una sensación de desasosiego creció dentro de mi pecho.


Entonces, la chica extendió su mano. "Hazme caso. Si te sigues aferrando al tiempo que te pertenece, serás una más de las sombras." Su voz era cálida, reconfortante, pero al mismo tiempo, se podía notar algo de tristeza en ella.


Miré su mano, dudé, pero algo dentro de mí me impulsó a tomarla. Me di cuenta de que no había una salida del lugar en sí, sino una salida dentro de mí. Al instante, sentí cómo mi cuerpo se llenaba de una fuerza renovada, como si hubiera dejado atrás un peso invisible. La estación comenzó a desmoronarse, las sombras se desvanecieron y las almas que antes flotaban, desaparecieron.


"Recuerda siempre que no es el tiempo lo que te define, sino lo que haces con él", susurró la chica mientras me sacaba de allí. "Sigue adelante, no importa cuántas veces te detengas."


En un parpadeo, me encontré de nuevo en la estación del metro, pero algo había cambiado. La luz era más brillante, y ya no estaba sola.


Nunca supe quién era esa chica ni cómo había llegado hasta ese lugar, pero mientras la observaba, entendí que el tiempo no es solo un trayecto físico. Es una travesía emocional que va más allá de lo visible, de lo palpable. No es solo lo que hemos vivido, sino lo que hemos sentido y cómo todo eso se queda con nosotros.

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