Simulando que es tarde

D. Somna

Me siento tan bien junto a ti en este trayecto que simularé que se ha hecho tarde y daré una vuelta más, soñando que todo esto es especial. Me siento tan bien junto a ti que simularé que no hay nada especial, bajaré en la próxima estación y marcharé a casa, caminando cansado y sucio, entre ruido, nubes y lluvia.


A veces, solo a veces, empiezo un trayecto sin rumbo. Camino hasta la primera parada de metro, bajo los escalones contando los peldaños hasta llegar al andén. Subo. Es un viaje controlado, bajo tierra, aislado de lo que queda fuera, de lo que dejas en la superficie y de lo que me espera en ella. Protegido y controlado, pues sé que podré bajar donde quiera y volver al mismo sitio sin mucho problema. Pero al rato, o a los días, me doy cuenta de que el camino, el vagón, me ha elegido a mí. Luces, colores. Algo especial llegó.


Otras veces, me dejo ir, con la misma esperanza de que pase algo diferente. Pero el viaje ya escogió sus pasajeros. Y yo no estoy entre ellos. Estoy ahí porque no molesto, porque el viaje se hace más fuerte al aceptarme, pero no porque me haya llamado. Subí justo antes de que las puertas se cerraran, con el estridente y agudo aviso sonando, cuando el metro ya casi partía. Subí porque pude, no porque me esperara.


Durante el trayecto, siento que debo abandonarlo, que este no es mi vagón. Pero no lo hago. Hago ver que voy algo borracho; algo he bebido, cierto, por lo que es fácil simular. La verdad es que no quiero salir de aquí. No quiero marcharme a casa ni a ningún otro lado porque dentro de este vagón, todo puede acabar siendo especial, aunque no me haya escogido. Lo cotidiano puede brillar, lo aburrido dejar de serlo, incluso aunque ni tan siquiera sea la línea que debería haber tomado.


No, no es que esté colocado —bueno, también —. Es que no quiero que pase este rato. Quiero que estos minutos se alarguen, porque aunque este trayecto no fuera para mí, algo especial puede estar ocurriendo o podría ocurrir. Quizás el Arlequín de negro y verde aparezca para decirme aquello de: "Nadie puede abrir semillas en el corazón del Sueño." Pero sé que, aunque me quede, aunque no baje en la siguiente parada, aunque no marche a casa, igualmente no durará. Quizás la Mecanógrafa acabe por citarme a cinco años, o sea el Viejo que termine echándome del vagón.


De niño, en los trayectos a la escuela, el viaje me escogía. Luego llegaron las celebraciones, las citas, los funerales, los trabajos, las bodas y los bautizos, y comprendí que no siempre me abría la puerta. Algunos viajes no eran para mí. Algunos ni siquiera quería que subiera, y pese a ello, me dejaba en el destino.


Por eso, aunque este viaje no me haya escogido, persisto. Por si esta vez sí es el mío.


La cotidianidad que se torna especial en mis ojos no es la misma que el viaje siente. Por eso, dudo. Dudo entre bajarme en la siguiente parada y acabar por hoy, o bien fingir que se ha hecho tarde y no queda otra que dar una vuelta más.


Me siento tan bien junto a ti en este trayecto que simularé que se ha hecho tarde y daré una vuelta más, soñando que todo esto es especial. Me siento tan bien junto a ti que simularé que no hay nada especial, bajaré en la próxima estación y marcharé a casa, caminando cansado y sucio, entre ruido, nubes y lluvia.


 


 

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