MODO AVIÓN

Ona Kairi

Cada mañana, Paula descendía las escaleras del metro con la certeza de que aquel día sería igual que los demás. Como médica de familia, estaba acostumbrada a ver el desgaste en los rostros de las personas: fatiga, estrés, ansiedad. Pero lo que más le preocupaba últimamente era otra cosa: el silencio. En el vagón, cada pasajero tenía la mirada fija en la pantalla de su móvil. Nadie hablaba, nadie se miraba, nadie parecía notar siquiera su presencia. Se preguntó cuántos de ellos sufrirían de insomnio por el exceso de pantallas, cuántos habrían desarrollado ansiedad por la sobrecarga de información. Sus pacientes llegaban a su consulta con dolencias sin origen claro, pero ella sospechaba que la soledad digital tenía mucho que ver. 


Una noche, tras una larga jornada en el centro de salud, volviendo a casa, el metro sufrió una avería y se detuvo en un túnel oscuro. La señal de internet se cayó. Los pasajeros comenzaron a inquietarse. Algunos, con nerviosismo en sus gestos, intentaron reiniciar sus dispositivos, otros miraron a su alrededor por primera vez en el viaje. Paula aprovechó el momento y, con la naturalidad de su profesión, inició una conversación. —Parece que hoy nos toca esperar juntos —dijo con una sonrisa. Un anciano sentado a su lado le devolvió la miró a los ojos y comentó que esto le recordaba a su juventud, cuando la gente conversaba en el metro. Una madre con su hijo pequeño confesó que, sin distracción, se había dado cuenta de lo cansado que estaba el niño. Poco a poco, los pasajeros comenzaron a hablar. 


Se escucharon risas, anécdotas y hasta preocupaciones compartidas. Cuando la energía volvió y el tren reanudó su marcha, Paula notó algo diferente. Algunos pasajeros guardaron sus teléfonos y continuaron conversando. Al bajar, una mujer le agradeció por haber iniciado aquel momento de conexión. 


Al día siguiente, en su primera consulta, Paula comenzó a dar una nueva recomendación a sus pacientes: "Desconéctense de la pantalla un rato al día y miren a su alrededor. Hay más vida allá afuera de la que creen". A veces, basta con una pausa obligada para recordarnos que no estamos solos.


 

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