Batir de alas
BATIR DE ALAS
Me llamo Isabel y soy una joven guardia de seguridad del metro, pelo recogido caoba, fuerte como una atleta y del tamaño de una jugadora de baloncesto. Estaba con Francisco mi compañero, más veterano, patrullando en la estación de Passeig de Gracia; todo se hallaba manso igual que las aguas de un estanque, era un día normal y corriente en la ciudad de Barcelona. De improviso, por arte de magia, como surgido de la chistera de un mago, se nos acerca un hombre mayor pintoresco de unos setenta años; bonsái de tallo corto, con traje color ébano desgastado; con el pelo y la barba de algodón, y en la diminuta espalda cuelgan dos alas gigantes como si fuera un ángel. Habla con nosotros con un tono de voz tímido y despistado, y sus palabras bailan como al ritmo de un compás:
- Buenos días. No se asombren. Soy Antoni Gaudí y vengo desde el cielo porque deseo ver cómo por fin han coronado la estrella de la Torre de la Sagrada Familia. Me acuerdo aterrorizado que me atropelló un tranvía hace casi cien años, el diez de abril de mil novecientos veintiséis, y solo pude ver en sus inicios la obra a la que dediqué en cuerpo y alma los últimos quince años de mi vida en exclusiva. - Clavé la mirada en Francisco y nos quedamos petrificados igual que estatuas de mármol. ¡Madre mía! ¿Qué íbamos a hacer?
- Tranquilo. Le conocemos, no se inquiete. – Le respondí, aunque los inquietos e intranquilos éramos nosotros. Finalmente, decidimos acompañarlo hasta la estación de Sagrada Familia. Gaudí tenía miedo de viajar en metro, temblaba parecido a un flan sólo de pensar que tenía que acercarse a una vía
Durante el trayecto le expliqué que la basílica es mundialmente conocida, la más visitada de Europa después de la basílica de San Pedro. Viene gente de todos los países y de todos los continentes a admirarla y hacerse fotos. Sobre todo le gusta a los japoneses que están fascinados por todas sus obras. Le remarco que es curioso, porque este mismo año se celebra los cien años de inauguración del metro justamente en esta estación.
Gaudí se sorprende, nunca hubiera imaginado que casi un siglo después de su muerte llegase a ser tan conocido y se siente satisfecho; realmente, un artista crea para llegar al corazón de las personas y conmoverlas hasta hacerles poner la carne de gallina. La arquitectura es un arte y el arte es el goce de los sentidos, es sobre todo alumbrar emoción.
Llegados a la estación de Sagrada Familia enfilamos la salida de plaça Gaudí y subimos por las escaleras mecánicas. Entonces al salir a la calle, Antoni Gaudí contempla maravillado la basílica prácticamente finalizada y los alrededores abarrotados de turistas igual que a un día de partido de futbol; hace olor a fresco de día de primavera, y el Sol enciende con sus rayos los fuegos de los cuerpos produciendo una sensación de bienestar.
-Oh! Es fantástico. Nunca hubiera imaginado que fuese tan bonita. – Por sus mejillas surcan, semejantes al agua por el cauce de un río, lágrimas de alegría y su boca dibuja la curva de la alegría. Las alas empiezan a batir en su espalda como si fuera a ponerse a volar en signo de satisfacción.