Cien años bajo la ciudad
El rugido metálico del tren resonaba en los túneles centenarios del metro de Barcelona. Era un día especial: el subterráneo cumplía cien años. Luis, un anciano de manos temblorosas pero ojos vivaces, se aferraba a su bastón mientras esperaba en el andén de la estación Catalunya.
—Hace un siglo empezó todo esto… —murmuró con nostalgia.
Recordaba con cariño las historias de su abuelo, que viajaba en aquellos primeros vagones de madera cuando el metro solo era un sueño en expansión. Sus padres también le contaban cómo, en tiempos difíciles, los túneles sirvieron de refugio durante la Guerra Civil. Y él mismo, de joven, había encontrado en esos trenes la emoción de la modernidad, la prisa de la ciudad, el murmullo de vidas cruzándose en cada estación.
Sonó el aviso. Las puertas se abrieron con su clásico silbido y Luis subió con esfuerzo, tomando asiento junto a una niña de rizos oscuros que miraba asombrada las luces que parpadeaban en el techo.
—¿Te gusta el metro? —le preguntó con una sonrisa.
—Sí, mucho. Es como viajar por una ciudad escondida —respondió ella, entusiasmada.
Luis Ascendiendo. Esa ciudad subterránea había crecido junto a Barcelona, evolucionando, conectando barrios, historias y generaciones. Un siglo después, sigue latiendo bajo la ciudad, llevando consigo la memoria de millones de viajeros.
Y mientras el tren se deslizaba por los túneles oscuros, Luis sintió que, al igual que la niña a su lado, él también seguía descubriendo la magia del metro de Barcelona.