Convención de cuento

Carriles

Érase una vez que se era, coincidiendo con el centenario del metro de Barcelona, tuvo lugar una convención de personajes de cuentos y tuve que cubrirla como periodista acreditada de una prestigiosa revista. Así que me dediqué a recorrer las distintas líneas de metro en busca de tan ilustres personajes. Como sabía que Pulgarcito era residente en el barrio de Sant Genís, empecé por la línea verde en la estación de Montbau…y voilà, allí que entró móvil en mano con su inconfundible melodía “patín, patán, patún, mucho cuidado con lo que hacéis…”, claro que dada la altura solo se veía el móvil, y algún pasajero entre dientes dijo aquello de “que para que se inventaron los cascos”. Pulgarcito ya no le lleva la comida a su padre, que no ha vuelto a probar las coles desde el suceso, ni siquiera las de Bruselas.


Iba a ver si me concedía unas palabras, cuando ya en la estación de Vallcarca vi entrar un conejo con chistera a todo a todo correr y detrás de él una joven, que indudablemente era Alicia, pero de pronto se comió una de sus galletas y se hizo pequeña, así que la perdí de vista. Sinceramente creo que había quedado con Pulgarcito y quería ponerse a su altura, ya que en el mundillo se rumoreaba que había algo más que amistad entre estos dos personajes. Así que, una vez localizado el móvil de Pulgarcito, tuve que agacharme para intentar hacerles alguna pregunta, pero eran tan pequeños que apenas podía oírlos. Alicia iba muy acalorada porque temía encontrarse a la Reina de Corazones entre la multitud, que se ve que había tomado el largo pasillo del transbordo de Paseo de Gracia con su ejército de cartas, dispuesta a cortar tantas cabezas como fuese necesario, “Es como Netanjahu” acerté a oírla.


Así que decidieron bajarse en Diagonal para coger la línea azul, aprovechando además que habían quedado allí con Juan sin Miedo, que le aterraba ir solo por el suburbano, y mira por dónde, en el pasillo en el rincón reservado a los músicos, estaban tan animados los músicos de Bremen, tocando todo su repertorio rodeados por un montón de público que bailaba animadamente. Estaban tan ocupados que apenas me hicieron caso, pero iban a quedarse una semana más en Barcelona y me dijo Gallo que llamase a su agente para concertar entrevista…mira que les gusta a los alemanes venir a visitarnos. En esas que vi un rastro de grafitis por el pasillo y restos de unas migas de pan y caí en la cuenta que Hansel y Gretel se habían dedicado a marcar el camino hacia el recinto de la convención y decidí seguir su rastro, al igual que Pulgarcito, Alicia y Juan. Hansel y Gretel se alojaban un poco lejos, su parada de metro estaba en Santa Coloma, que se inauguró en 1983, y es que antes para llegar había que coger un autobús, doy fe, porque conozco unas viajeras que iban allí con su madre a visitar una tía y era una odisea.


Ya en la azul, oí la melodía de una flauta y entraron al vagón el flautista de Hamelín y un montón de niños detrás, esperando poder encontrarse al dragón de Sant Jordi. El flautista iba acompañado de Pedro, que había dejado su rebaño en las montañas y les iba advirtiendo a los niños que fuesen con cuidado no se fueran a despistar, pero claro, desde el incidente con el lobo nadie le hacía mucho caso, así que al final sucedió lo inevitable, se bajaron todos en Sants Estació menos uno y ya tuve que hacerles gestos para indicarles que nos veíamos en la próxima estación. Total, con tantos incidentes llegaron todos tarde y al final yo me quedé sin reportaje. 

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