Los vagones que hablan

Jana A.

  Los vagones que hablan


Érase una vez una niña que tenía mucha imaginación.


Se llamaba Chloe. Tenía el pelo largo y le encantaban las princesas, los unicornios y el color rosa. Un día fue al metro y se dio cuenta de que los vagones tenían vida porque les vio hablar entre ellos, y decían que estaban un poco cansados de llevar a tanta gente encima cada día. Chloe se acercó y los vagones dejaron de hablar y la niña, que era muy lista, les dijo:



  • Os he oído hablar, así que no hace falta que hagáis ver que no podéis. 


Los vagones del metro le dijeron a Chloe que sí podían hablar pero que no se lo dijera a nadie, porque si todo el mundo lo supiera los pasajeros no dejarían de hacerles preguntas y más preguntas y a los vagones, sobre todo por la mañana, no les gusta hablar demasiado porque casi siempre se levantan con mucho sueño. 


Como Chloe era súper maja les dijo a los vagones que no se lo diría a nadie. Los vagones del metro, que eran muy agradecidos, le preguntaron a Chloe qué podían hacer para recompensarla por guardar su secreto. Chloe les dijo que le gustaría un viaje a Londres en metro. Los vagones aceptaron y quedaron a las diez de la mañana siguiente para llevarla a Londres.


Cuando Chloe llegó a su casa tenía muchas ganas de explicarle a su madre que había conocido a dos vagones del metro de Barcelona que hablaban y que la llevarían a Londres, pero se acordó de su promesa y se calló.


Al día siguiente por la mañana desayunó rápido y con prisa, se despidió de su madre y se fue corriendo al metro. 


Los vagones estaban esperando a  Chloe, al verlos fue hacia ellos y les dijo que tenía muchas ganas de ir a Londres y que estaba muy nerviosa. Pero antes de que los trenes pudieran decir algo, Chloe se precipitó y les preguntó que cómo se llamaban. Los vagones le contestaron que se llamaban Pedro y Pablo. A Chloe le encantó el nombre de sus nuevos amigos y les dijo a Pablo y a Pedro que  ya estaba lista para ir a Londres. Los vagones le dijeron a Chloe que ellos también y que la llevarían cuando quisiera pero que tendría que esperar media hora porque aún tenían que llevar a muchas personas a sus respectivos destinos. 


Cuando pasó media hora, Chloe encontró a Pablo y a Pedro y les preguntó si ya podían ir a Londres. Pedro le dijo que sí y antes de que nadie pudiera decir algo Pablo gritó:



  • ¡¡¡¡¡¡¡¡Me pido llevar a Chloe en mi vagón!!!!!!!!


Pero a Pedro no le pareció bien y dijo que ni de broma, que él llevaría a Chloe. Chloe, rápidamente, para que no se pelearan dijo que  pensaría un número del uno al diez y que quien lo acertara sería el que la llevaría.        


Los vagones estuvieron de acuerdo y Chloe pensó el número ocho. Pablo dijo el siete, Chloe le dijo que ese no era el número y Pedro ( que siempre intenta decir lo mismo que Pablo ) dijo el ocho y Chloe le dijo a Pedro que ese era el número. 


Pedro se puso muy contento y se fueron a Londres. Pasaron por el BIG BEN, por la noria y por la calle de Harry Potter. A los tres les encantó Londres. 


Cuando Chloe llegó a su casa, su madre le preguntó dónde había estado tanto tiempo. La niña le contestó que había estado viajando en metro. Su madre le dijo “Claro, cada día tienes que coger el metro para ir al cole, ¿verdad peque?” Chloe asintió con una sonrisa y le dio un beso a su madre. 


Después de cenar se fue a la cama, sin dejar de pensar en el día tan alucinante que había pasado con sus amigos Pedro y Pablo, los vagones más simpáticos del metro de Barcelona.


                            


 


 

Categoria de 8 a 12 anys. Escola Tàber

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