El pasajero sin rostro

Fataha

La noche caía sobre Barcelona cuando Yerma decidió tomar el último metro para regresar a casa después de una larga jornada de trabajo. El vagón estaba casi vacío, solo unos pocos pasajeros se encontraban dispersos a lo largo del pasillo. Yerma eligió un asiento cerca de la puerta y se acomodó, sintiendo un escalofrío inexplicable recorrer su espalda. Miró a su alrededor, pero algo no iba bien. 


Había un pasajero solitario sentado en el rincón más oscuro del vagón, cubierto por una capucha y una gabardina negra. No podía distinguir su rostro. El metro se puso en marcha y las 100 luces parpadeantes iluminaban intermitentemente el vagón. Yerma se sentía cada vez más incómoda con la presencia del enigmático pasajero. Trató de apartar la mirada, pero no pudo evitar sentir que aquel individuo la observaba fijamente. El sonido monótono del tren sobre los rieles se volvió opresivo mientras avanzaban por los túneles subterráneos. Yerma miró al pasajero nuevamente y sintió un terror paralizante. Debajo de la capucha no había nada, solo una oscuridad infinita. El corazón de Yerma latía desbocado mientras el metro se detenía en una estación aparentemente abandonada. Las puertas se abrieron, pero nadie subió ni bajó. El pasajero sin rostro continuaba inmóvil en su asiento, emanando una presencia sobrenatural. Con cada estación, el pánico de Yerma aumentaba. Intentó llamar a alguien, pero su voz se desvanecía en el aire sin ser escuchada. El resto de los pasajeros permanecían inexpresivos, como si estuvieran atrapados en un sueño eterno. Finalmente, el metro llegó a la última estación. Yerma sabía que era su parada, pero algo la detuvo. 


El pasajero sin rostro se levantó lentamente y se dirigió hacia ella. El terror se apoderó de su ser mientras se acercaba, su capucha se deslizaba hacia atrás, revelando la ausencia de un rostro humano. El metro se sumió en la oscuridad total. Yerma gritó, pero el sonido fue absorbido por el vacío. El pasajero sin rostro la alcanzó, sus manos frías y sin forma la envolvieron. Una sensación de desesperación y agonía la inundó, su mente se desvaneció en un abismo de terror. Al día siguiente, el metro volvió a operar con normalidad. Los pasajeros llenaron los vagones sin saber la terrorífica experiencia que Yerma había vivido. Nadie recordaba al pasajero sin rostro, como si nunca hubiera existido. Pero Yerma, atrapada en un oscuro abismo, se convirtió en otra víctima olvidada del último metro.


 Yerma se despertó de su sueño tan terrorífico. Se había dormido esperando el metro y, al final, tuvo que volver a casa. Después de esa pesadilla, Yerma se asustó tanto que, desde ese día, siempre coge el bus para ir al trabajo.

Categoria de 13 a 17 anys. Institut Miquel Tarradell

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