Un amor extraordinario
Hola, me llamo Aurora, tengo 22 años y con mi pareja actual llevo tres de esos años. Nos conocimos de una forma un tanto peculiar. Lo vi por primera vez en el metro de mi ciudad. Como de costumbre cojo el metro, pero ese año al pasar a la universidad ya no había ni la misma gente ni el mismo ambiente, ahora todo era más serio y formal. Ahí lo vi yo, estaba bajando las escaleras hacia mi banco de siempre a esperar a que llegase, solo que al dirigir la mirada a él había un chico al cual no había visto nunca. La primera impresión que tuve fue “este chico parece desorientado…” En efecto, estaba igual de perdido que muchos de ahí. El muchacho tenía un físico cuidado ojos marrón verdoso combinados con un poco de miel, pelo ondulado. Era un poco moreno de piel y las mejillas sonrosadas, muy risueño era él, nunca te recibía sin su especial y única sonrisa.
Me senté en el banco como de costumbre aunque al verlo con un montón de papeles orientativos me supo mal no ayudarlo y se la ofrecí.
–Hola, necesitas ayuda, te veo algo perdido. – le dije yo con mi tono más dulce
–Hola, sí mira, es que soy nuevo por aquí y aún no me sé orientar del todo bien. – me respondió él, con un tono de voz cálido
–No hay problema, por cierto, soy Aurora, encantada. – Él sonrió y al instante me respondió.
–Mateo, Mateo Vilaroc Montiel, un placer.
Le devolví la sonrisa. Me acerqué un poco más a él para ver los papeles. No me acordaba de que fuesen así, no se entendía nada, normal que estuviese perdido, solo había líneas de colores y palabras minúsculas en negrita. Preferí hacerle yo de guía, ya que si no me enteraba ni yo, imaginaos él.
–Mejor aún, tendrás guía privada– hice la broma y se empezó a reír.
–Mira tú por dónde muchísimo mejor, jajaja– nos empezamos a reír al unísono.
Si os digo la verdad me sentía muy cómoda con él, tanto que parecía que ya nos hubiésemos conocido, pero aseguro que yo a ese tipo no lo había visto en mi vida. Fuimos juntos en el metro hasta que llegamos a la universidad, nuestro destino.
–¿A qué salón tienes que ir? Si eso te acompaño tengo tiempo– le dije sin compromisos.
–No hace falta, ya me las apaño solo, me has ayudado mucho, no quisiera molestar más– dijo él.
–Qué va qué va, si no me molesta ayudarte, insisto, no me molestas en absoluto.
–Si así te hago feliz, voy al octavo D de la tercera planta, si no me equivoco– me dijo con tono dudoso, y revisó su teléfono móvil para asegurarse.
Yo tuve un sentimiento raro, ya que él había condicionado su respuesta para hacerme feliz y eso lo valoré mucho, aunque por la misma parte lo disimulé igual.
–Sí, sí, voy en ese.
Me quedé pensando un instante hasta que recordé que me sonaba la sala. Yo tenía que ir a ella, precisamente ahora.
–En serio tienes que ir. Yo voy a la misma. Aún queda tiempo, si eso te enseño un poco las instalaciones y te ayudo a la adaptación grupal y toda la paranoia– le ofrecí, total no me importaba si en ese instante pasar tiempo con él era lo único que quería.
Pasaron los meses hasta que sucedió lo que tenía que suceder.
Era ideal y siempre lo pensé, ahora estando juntos pues ya no lo pienso, pero no creáis cosas que no son, me refiero que no lo pienso por que lo confirmo, es perfecto. Actualmente como he dicho llevamos tres años. Y hemos viajado muchísimo, ya sea por prácticas de la carrera o porque simplemente queríamos desconectar . Ambos contamos cómo nos conocimos como anécdota. Y ahora os puedo confirmar que el amor existe si ambos lo sienten.
Categoria de 13 a 17 anys. Institució Igualada