Sindy y la magia verde
Hola, soy Sindy. Sí, soy yo, sí, sí, esa a la que estás mirando. Esa no, la de delante tuyo. A ver, esto va a costar un poquito. Ya, por fin me ves. Y allí estaba yo, tan tranquila leyendo mi libro preferido. Hacía un día todo lo contrario a soleado, llovía a cántaros. Estaba dentro del metro, y aun así, se oían los relámpagos. No digas nada, lo voy a adivinar. Me juego lo que quieras a que estabas a punto de decir buf, qué día tan feo, ¿verdad? Admítelo, soy una gran adivina. Pues, ¿sabes qué? A que no lo adivinas, jaja, claro, tú no eres adivina. Bueno, te lo digo, los días de lluvias son mis días preferidos.
Aquel día iba a ir andando a casa de la tía Lili, pero, como llovía, decidí ir en metro. Y ya de paso, como eran tantas paradas, me cogí un libro, mi libro preferido. Me lo había leído 30 veces. Siempre lo que hago es leérmelo, esperar a que se me olvide y volvérmelo a leer. De repente, oí un ruido muy raro y ¿sabes de dónde venía? ¡Parecía venir de debajo de mi asiento! Ahhh, estaba cagada de miedo, pero reuní valor. Si-Si-Sindy, tú, tú puedes… Cuando asomé la cabeza, ahhhhhh. Uf, solo era un duende con una especie de gema. Espera… ¿¡Un duende?! Pero en cuanto me vio, desapareció. Pensé: tranquila, solo ha sido tu imaginación, aún intentándome convencer de que me lo había imaginado. No te lo vas a creer, el duende, o lo que fuera, apareció encima de la chica que tenía al lado. Le tiró una gema verde y al instante se le volvieron los ojos blancos y luego verdes. Ahhh, pegué otro chillido, pestañeé un momento y cuando abrí los ojos, todo el mundo menos yo estaba como controlado por una magia misteriosa.
De repente, oí otro ruido. Me parece que esta vez no venía de mi asiento. ¡Qué alivio me llevé al saberlo! Pero aún me seguía preocupando, eso sí que fue un susto de verdad. Unas largas enredaderas verdes salieron de la cabina del conductor. El tren se paró. Se oyó un ruido Ñiacc. ¡El conductor era todo de enredaderas! Parecía controlado por alguien. Ese alguien era el duende. Me volvió a mirar, y esta vez dijo: "Oh, oh" ¿Lo había escuchado bien? Resopló: "¿otra vez tú, niñita? Mocosos niños, a ver qué hago contigo, niñita. ¡Esbirros!" Giré la cabeza, todo el mundo estaba hecho de lianas verdes y se acercaban a mí. Yo me aferraba a la pared, algo terrible iba a suceder. ¡Me iban a matar! Justo cuando pensaba que era el fin, volví a oír otro ruido, pero esta vez resultaba más familiar.
“Señores y señoras, hemos llegado al fin de este trayecto. Les rogamos que salgan del tren”.
Miré si era mi parada y, cuando volví a girarme, la gente estaba normal, como si no hubiera pasado nada. ¿Qué había pasado? No lo sabía, pero no se lo conté a nadie nunca jamás.
De regreso a casa, me acerqué a la parada del metro y pensé: mejor voy andando.
Fin
Categoria de 8 a 12 anys. Els 30 passos