La vidente del metro

Júlia Colom Serra

Era un jueves por la tarde. Agotada del intenso día que había tenido en el instituto, por fin volvía a casa. Me gustaba volver en metro yo sola con total tranquilidad. Ya le había dicho muchas veces a mis padres que ya era lo suficientemente mayor como para hacer un corto trayecto de 10 minutos en transporte público.


Bajando por las escaleras, pensaba en todo lo que haría al llegar a casa, que básicamente era estudiar y acabar deberes. Era aburrido estar ya en segundo de la ESO...


En el pasillo, vi una mini paradita. Estaba montada con telas lilas y azules, con un cartel donde ponía: “vidente”.


Yo, que soy muy aficionada a las cosas del futuro, me entró la curiosidad y me acerqué.


Tras una mesita con una baraja del tarot encima, estaba sentada una anciana. La mujer, ya canosa y vestida con una túnica negra, me dio una sensación extraña: miedo y confort a la vez. La observé con curiosidad cuestionándome si debía preguntarle sobre mi futuro.


Las ganas me superaron y me acerqué:


-¿Podría usted adivinar mi futuro? -Pregunté con un poco de nerviosismo.


-Claro hija, siéntate.


Me senté delante suyo.


La señora barajaba las cartas mientras yo miraba con asombro. Las extendió, y me dio a elegir una. La volteó de forma en que solo ella pudiera verla. Cuando observó lo que había en la carta, su rostro cambió de expresión. Pasó de parecer una anciana tranquila y segura, a una a la que le temía a todo. Me asusté. ¿Que había visto en la carta?


-¿Qué pone? -Exclamé intrigada. La vieja me ignoró, y volvió a barajarlas.


Me dio a elegir otra. Esta vez pensé con más precaución cual debía escoger.


Como antes, volteó la carta de forma que solo ella la pudiera ver.


Se quedó casi paralizada.


Tenía miedo, estaba sorprendida, asustada, temía por mi futuro.


Yo, que aún no había visto ninguna de las dos cartas, repetí con más curiosidad e impaciencia:


-¿QUÉ PONE? -Nada. La tarotista simplemente me dijo:


-Lo siento. -Y nada más. En ese momento me dejó de hablar.


Me sentía estafada. ¡Había perdido diez minutos para nada!


Llegando al andén, había mucha gente, estaba colapsado. No veía lo que había delante de mí. Me sentía agobiada y casi no me podía mover.  


Sin darme cuenta, estaba a dos pasos de las vías. Me habían arrastrado. Cada vez estaba más cerca de las vías, y tenía miedo.


Ese infierno no paraba. Ya estaba en el borde. Si me empujaban un poco más, me caía. Agarré al señor que tenía a mi lado con la esperanza de que me ayudara, pero en vez de eso, me dijo:


-¡APARTA NIÑA!  Y me empujó.


De repente, estaba en el suelo, dolorida por una mala caída.


Desde abajo, vi como todos me miraban asustados, preocupados, pero nadie hizo nada. Se quedaron todos observándome como si no les importara que una niña de 13 años pudiera ser atropellada.


Y escuché ese sonido. El sonido del tren corriendo por las vías. A lo lejos, distinguí dos lucecitas que se hicieron más y más grandes, y que de repente, se convirtieron en un gigantesco transporte.


No recuerdo nada más. Lo único que sé es que hubo un momento en que dejé de ver, oír a las personas, y sentí el dolor de unas ruedas atravesando mi estómago. Me sentía bien. No me preocupaba nada. Es una sensación extraña difícil de explicar.


Pero me quedé con la duda: ¿Qué había visto en aquella carta la señora del tarot?, ¿tal vez ella sabía lo que me iba a suceder?


Supongo que es algo que nunca podré responder, pero lo que sí sé, es que no debería haberla consultado.


 

Categoria de 8 a 12 anys. Institut Escola Eixample

T'ha agradat? Pots compartir-lo!