Pensamiento mágico

KW

Abotargado accede al andén. Allí tampoco escapa al tórrido calor. De hecho parece que en el interior los calores se multipliquen y adquieran densidades y texturas más sólidas.


 


En efecto, el calor agostador le indica que es Agosto. Un mes que se erige en mayúscula en su memoria, a pesar de los años transcurridos.


 


(A los años, se veían, se volvían a encontrar.


- En tu cara veo el avance de surcos que desconocía. Como el agua que corre bajo los puentes, es el tiempo que se cerciora a sí misma que ha pasado - le dijo ella)


 


Siempre había sido medio críptica y medio mágica. Combinaba ambas ciencias con maestría en el lenguaje. Decía que las palabras eran creadoras de realidades. Por eso aplicaba esa poética a su hablar. En aquella primera frase había proyectado sombras a lo que le convenía y había iluminado lo que quería rescatar. Había querido reverenciar el tiempo, reconocer su trazo, le explicó.


 


Pero esa destreza valía para muchas más cosas y ocasiones. Hasta intentó iniciarlo en ese arte.


 


(Habían quedado en la estación Tetuán, dentro, al resguardo de la asfixiante ciudad y porque era un trasbordo necesario para ambos. Él llegó antes.


- ¿Verdad que mirabas el túnel porque sabías que iba a llegar? Atraías al convoy con tu pensamiento - le dijo ella cuando llegó.


Se colocó detrás de él y suavemente le agarró la muñeca, mientras apuntaba con un leve movimiento de cabeza a una pareja que se hallaba más allá.


- Intenta que se arrimen más - le dijo ella - Todo depende de la intensidad con lo que los pienses - insistió


Él la miró escéptico. Ni siquiera hizo el amago)


 


Sacude la cabeza enérgicamente, como si el recuerdo le quemara y quisiera ahuyentarlo.


 


Fue hasta más tarde, cuando otras voces y otras ciudades le llamaron, cuando descubrió que no todos los sistemas de metro tenían que necesariamente marcar el tiempo restante hasta la arribada del siguiente tren. Y sin embargo él recordaba el tiempo que quedaba aquella vez hasta la llegada del próximo tren, que seguro la traía en sus entrañas. El tiempo que, como el agua bajo los puentes o el suburbano bajo la ciudad, le indicaba el fragmento temporal que el reloj debía recorrer hasta poder verla. ¿Cómo sabía que venía precisamente en aquel turno? Lo presentía, quizá lo atrajera con sus pensamientos, con su mirada que exprimía la boca negra.


 


Y de nuevo era Agosto. De nuevo el peso de la memoria y los recuerdos. De nuevo Tetuán y de nuevo ese túnel y los segundos y minutos deshojándose ante su mirada.


 


La traía pegada a los labios y a la memoria. Era inevitable invocarla, era necesario invocarla.


Miró al túnel y trató de recordar el modo en que ella creaba su realidad deseada. Pensó duro, tan duro que atravesaba paredes. Pronunció fuertemente su nombre, hasta que los dientes le chirriaron.


 


Pensó que aquella luz que se aproximaba sería la que la traería de vuelta...


 

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