VIAJANDO CON "ELLOS"

ELELUM

Este es un relato con unos viajeros muy “determinados”. Ya que en la composición del mismo, los artículos son los componentes esenciales para ovillar la historia que protagonizan, y darle un amable sentido a la narración.   


La maquinista, empieza su turno –El primero del día–. El convoy, da su primer pitido. Los vagones, limpitos como una patena están  dispuestos a llenar sus uniformados asientos de posaderas de todos los pesos y tamaños. Las  relucientes barras de acero inoxidable de todos los coches, serán ese sólido apoyo en que miles de manos se asirán a ellas, entre vaivenes y empujones en las horas punta. Y muchas de las mismas, estarán conviviendo durante un buen rato con el calor humano que se acumula en ese  sostén rígido, pero seguro.  Y solo la megafonía, con sus mecánicas voces, logrará que esos fieles viajeros que cada día durante el trayecto se apuntalan a esos cilindros verticales, o se agarran a ellos como si fueran un salvavidas,  suelten sus dedos cuando llegue su estación.


Después de unas horas de jornada,  en el Carmel, sube a la cabina  un compañero de Marina, –la conductora–. Este, la relevará en la Sagrera. Durante el trayecto, le cuenta que su hijo, hoy no ha ido a escuela, ya que estaba con anginas y tenía un poco de fiebre. Ella, le consuela y le dice que con paracetamol, en un par de días, todo volverá a la normalidad.  Y que muchas veces, después de una febrícula, dan un estirón. La maquinista ya los tiene más mayores, y “las fiebres” son otras.


Ildefons, el colega, le pregunta quién la va a sustituir en su periodo de vacaciones –próximo ya–. Ella, consulta la aplicación que tiene en el móvil, de los turnos de trabajo y le dice:  Ummm… Ah, sí, Salut, una chica muy maja, es nueva, y justo cuando me releve, habrá regresado de su viaje de novios.


-–Fantástico– dice “Ilde”, que es como todos le llaman. –Tengo ganas de conocerla.                                   –A mí, este año las vacaciones me tocan en diciembre.


–Bueno, tampoco  es un mal mes… Puedes hacer las compras de Navidad con tranquilidad. Le responde Marina, justo cuando llegan a la estación en que se relevan. Cabecean y se despiden.  En ese momento  el trasiego de viajeros es Monumental, y más cuando se coincide con el tren de la vía contraria. –Como es el caso ahora–. Justo al salir del túnel, el conductor del otro tren, saluda sonriente con la mano a Ilde, que ya se ha sentado en la cabina.


Entre la multitud que entreteje los andenes, sube un matrimonio, con un niño de unos seis años. Martí. Así es como le están nombrando… Hoy es su aniversario y es el primer día que coge un metro. Viven en un pueblo del interior de Barcelona, y como regalo, querían que al peque le quedara este recuerdo.


El niño, está expectante y lo observa todo. Ni parpadea.  Busca con la mirada, esa voz que se escucha por todo el tren, anunciando las paradas…   –Papi, ¿Y nosotros donde nos bajamos?


–Al final, cariño. Al final.  –¿Y qué es el final, mami?


Ambos se miran y sonríen.


¿Cómo explicar que es el “final” si cuando se bajen, subirán otras personas para las que el final será otro, y aquel, solo será el inicio?


Aplicarlo, a las paradojas que circulan por todas las “estaciones” de la vida…


 

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