El anónimo

Idroj22

El anónimo


Una joven estornuda en un autobús del área metropolitana. Busca un pañuelo de papel en su bolso y lo encuentra abierto. Por un instante sospecha… ¡Uf! ¡Pero no!, la cartera sigue allí. No falta nada. Al contrario… Ve un sobre. Lo abre y despliega el papel. Lee con atención:” Te tengo en el punto de mira desde hace algún tiempo. Empiezo a conocerte. He aprendido a distinguir cuando te estás comportando espontáneamente y cuando intentas ocultar tus miedos e inseguridades. Te vengo observando y compartimos el sentimiento de que sólo cuando estás con quien amas y miras a otros, eres capaz, por un instante, de oler el perfume que exhala la vida”. Mira a su alrededor y ninguna mirada revela nada. Pesca al vuelo una conversación entre tres estudiantes que hablan detrás suyo. De repente, todos se ríen al unísono. Eloísa recupera el buen humor tras escucharlos. Se decide a analizar la situación: “Estos chicos no han podido ser. Esto es cosa de algún solitario. De alguien que se encuentra en estos momentos aquí, que no se atreve a hablarme directamente. No sé quién es ni desde dónde me observa. Seguro que en estos momentos está pendiente de mí…”. A su lado está sentada una mujer a quien ella conoce de vista, pues cada mañana sube con dos amigas en la parada siguiente a la suya. Delante alguien va leyendo un libro. Ella se inclina un poco y puede leer la parte superior derecha: “Usted ve-dijo el oficial-dos tipos de agujas en variada disposición; cada aguja larga tiene una corta junto a sí; es que la larga escribe y la corta expele agua para lavar la sangre y mantener la escritura siempre clara…”. Cuando cierra el libro y mira el brillante sol que ya empieza a elevarse por la línea del horizonte; ella puede observar que está leyendo a Kafka: “En la colonia penitenciaria”. No sé. No creo que éste haya sido el del anónimo”, piensa Eloísa…Los estudiantes de atrás siguen hablando animadamente durante todo el trayecto. Los oye reírse con alegría. Relee el anónimo. Una frase reclama su atención: “Sólo cuando estás con quien amas y miras a otros eres capaz por un instante de oler el perfume que exhala la vida”. Aquella idea le gusta y al releerla siente que su corazón acelera el ritmo.” ¿Quién puede haberle escrito aquello? Pero…En realidad, ¿Qué le quiere decir su escritor anónimo? ¿Acaso la ha visto con buena cara alguna madrugada de tiempo desapacible? No, aquello era una locura.” No obstante, era obvio que el papel estaba allí entre sus dedos y era real…Un frenazo la devuelve a la realidad. El autobús ya circula por la ciudad. Su parada es la siguiente.  Mira a su acompañante que pulsa el avisador y se ladea sonriente para dejarla salir al pasillo. Camina hacia la salida. Apoya su mano derecha en el soporte metálico que sobresale de aquel asiento y sus ojos se fijan en un poema que está leyendo un joven: “Te imagino dormida entre mis brazos/ el pulso castigado por el sueño/ los ojos soñando vacaciones/ o simplemente conversando/ haciendo resbalar entre tus dedos/ un cielo de albas…” Un adolescente, con aspecto de filósofo bohemio, sujeta entre sus manos el libro. El conductor pone el intermitente y se deja oír el chirrido característico de los frenos. En la mano siente la presión que ejerce la frenada sobre su cuerpo. Se abren las puertas y desciende. Cuando el autobús se pone en marcha, algo la invita a darse la vuelta y ve unos ojos que la observan con mirada de terciopelo. Esboza una sonrisa y siente que la vida de nuevo le sonríe...


 


 

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