Al fondo de la línea 9

Arianne

Si agudizas el olfato puedes seguir el rastro del hombre sombrío. Puedes verlo, si te fijas, envuelto en un vaho espeso, que no le abandona desde el día en que perdió su casa y sus cosas ascendieron hacia el cielo, livianas, hechas pura carbonilla. Desde entonces vaga por los pasillos del metro, arrastrando sus huellas de ceniza.


Si agudizas el oído puedes llegar a escuchar su violín, remoto, que en los días de lluvia suena en la estación más profunda de la línea nueve. Puedes verlo, si te fijas, acompañado por un perro con pasado, anónimo, que entró en su vida sin saber que ocupaba el lugar de los ausentes.


Por eso, en el metro, cuando huelas a humo, oigas un violín o veas a un perro, piensa en el hombre sombrío. Piensa en aquellos a los que sólo les queda el olor del desamparo, el sonido del silencio, la compañía del extraño. 


 

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