Wonder in mind

Jo

Entre respiros entrecortados, pasos rápidos y caídas que nacen de la ineptitud de no mirar al suelo mientras corre, - y que seguramente, dejarán paso a pequeñas manchas violáceas en las rodillas- Nora llega a tiempo de subir al autobús, evitando cruzar miradas con el conductor, y sus oscuros ojos que parecen leer y juzgarla sin demora.


Llega al final del vehículo, percibe el suave mareo que se expande desde sus orejas, y se sienta en el mismo lugar de siempre. El asiento de la izquierda situado al final del bus, encapsulado con plástico translúcido y dos otros minúsculos asientos de un terciopelo que parece haber desaparecido y que ya no puede llamarse granate. Al tocarlo con las yemas, los pequeños pelos no producen la satisfacción de antaño, ya nostálgica para Nora.


Finalmente respira, y mientras se seca con la mano todo el sudor que ha invadido su frente - llegando peligrosamente hasta sus párpados - observa.


Se observa a sí misma en el vidrio, su pelo cobrizo, rizado y meticulosamente recogido en dos. Estas trenzas le dan a Nora un parecido a Pipi Calzaslargas, con quien había sido comparada repetidamente en su infancia, y había hecho de todo por distinguirse de ella, llegando a teñirse el pelo de colores estrafalarios como verde oscuro o azul eléctrico en su adolescencia. Al cumplir los dieciocho y verse obligada a tomar parte en la adultez, Nora volvió a su color natural, lo que supuso una recuperación de la aprobación de sus padres.


Sigue mirándose a sí misma, las estrellas de sus mejillas, o así es como ella llama a sus pecas, - intentando transformarlas en un accesorio más que vaya a juego con sus mil pendientes estrellados - y sus ojos color oliva que parecen tomar vida cuando suelta carcajadas, transformándose en girasoles. Por último, mira sus manzanas, pintadas de un rojo vivo que nace de su veloz carrera para llegar a tiempo a la parada y del colorete que se aplica cada mañana, con el pretexto que la hace parecer más viva, por no decir ruborizada, viviendo en una eterna niñez.


Pasa a observar su ropa, la decoración estrambótica que adorna su cuerpo al salir de casa cada día, y que ella ve como divertida, extravagante y expresiva, mientras su familia observa como grotesca, infantil e inmadura. Con todos esos colores y estampados pasados de moda, considerados casi kitsch. Cuando por fin ha acabado de examinarse a sí misma y juzgar su manera de sentarse, arqueando la espalda levemente hacia delante y con las piernas juntas, pero sin estar sobrepuestas entre ellas - no le interesa cambiar esta posición, ya que no tiene ningún deseo de recrear la icónica escena de Basic Instinct- mira hacia el exterior, a los otros individuos que comparten transporte con ella.


A Nora le encanta observar a los demás, imaginarse pensamientos e historias detrás de los susurros, de las miradas cruzadas y de los ajenos dedos que escriben rápidamente en el teléfono. Prueba a adivinar qué es lo que cuentan: un mensaje de amor, una disculpa, una confesión o una simple lista de la compra.


Al bajar del autobús a Pg. Marítim puede escuchar la sal, oler las olas. Cierra los ojos y espera la llegada de un nuevo bus, que vuelva a pararse delante de ella. Lo tomará de nuevo, y como de costumbre, Nora se pasará el día vagando por Barcelona dentro de un autobús, hasta que el cielo se tiña de color melocotón y hasta que su mente se haya cansado de pensar, imaginar, y ella pueda dormir en paz.

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