TMetamorfosisB 4 230406
TMetamorfosisB
Edu no era simpático, ni amable, ni parecía un hombre feliz, quizás porque no lo era, ni amigo de hacer favores, ni amigo de hacer amigos, ni agraciado ni agradecido, él lo había conseguido todo a base de esfuerzo y de trabajo duro, a nadie debía nada. Era un hombre gris, desconfiado, al que nada le pedían, porque él ya dejaba claro que nada daba y que, por ello, tampoco nada pedía. Trabajaba y vivía solo, comía solo y solo se autocomplacía.
Edu, aquel día y como siempre, salió de su oficina, y anduvo hasta la parada del bus, y sentado en la marquesina farfulló consigo mismo de la falta de oportunidades que tuvo, de la desconsideración de la gente, de lo poco que él les importaba, y de lo que les llegaba a malquerer, ¡como siempre!
En cuanto se acercó el bus, como cada día, se apresuró en tomar posición para subir el primero, sin considerar a los demás -él ni pedía ni daba favores.
A Edu no le importó la espera de una embarazada, o de un anciano con bastón, no era su problema.
Validó su título el primero, y tomó asiento, en el último asiento que quedaba libre. El anciano, y la embarazada se quedaron de pie, agarrados a las barras. Edu ni pestañeó, no se sintió en la obligación de ceder el asiento a nadie. ¿Por qué debía sentirse incómodo? se decía. Él también había pagado billete. Él no iba a ceder sitio a nadie, que lo hiciera otro. Pero nadie lo hizo y Edu ni se inmutó, como siempre.
Después, por cansancio, por calor, o por la inusitada comodidad que ofrecía el asiento, Edu se adormeció, y adormecido, oía que el bus iba parando y permitiendo el traspaso de pasajeros, y él estaba cada vez más adormecido por el extraño confort de su asiento, hasta le extrañó que los asientos de un transporte publico fueran tan cómodos. Era como si el asiento y él estuvieran en un proceso de metamorfosis mutua, dando cada uno al otro parte de su esencia.
Se despertó al oír el timbre de “parada solicitada”, y observó que todos se habían apeado, solo él estaba en su asiento, no ya sentado, sino..., embebido en la forma del asiento. La mimetización era asombrosa.
Arrancó el bus y sintió que aumentaba la sensación de arropamiento con las formas del asiento, se sintió secuestrado, la mimetización y la comodidad se convirtieron en agobio. Edu no pudo zafarse, empezó a sentir miedo y su agobio aumentaba, y gritó, pidió auxilio, pero nadie lo oyó y nadie lo vio, … como siempre, pensó.
La sensación se volvió posesiva, su musculatura y sus huesos se mimetizaban con la estructura del asiento, y su piel en la tapicería, …y estaba solo, como siempre.
Intentó levantarse otra vez, y no pudo, la integración con el asiento, ya era tal que no se reconocía, era consciente de que ya apenas se veía desde fuera. Con desespero gritó, pero nadie le oyó, o no quiso oírlo, como siempre pensó…, y seguía mimetizándose más y más en el asiento, ya su piel era gris como, el tejido de la espaldera del asiento, su cabeza ya solo se intuía en el respaldo y su cuerpo era como una silueta en la tapicería, y tuvo miedo, mucho miedo.
Y nadie más le vio, ni oyó hablar de él. Tampoco le extrañaron, ¡como siempre!
Edu, desde aquel día, y de vez en cuando, siente el calor humano, y una sensación, como si se sentaran encima… y también cuentan que, desde aquel día, los Buses del TMB llevan asientos reservados, con las siluetas de “Persona Mayor”, “Embarazada”, “Persona de Movilidad Reducida”, y dicen que, si buscas bien en los bajos de los asientos puedes ver la inscripción: “Gracias, Edu”