El hechicero

Sancho Etxeberría

  El hechicero consiguió despistar a sus perseguidores al entrar en la cueva y esconderse en un recodo. Aún así, esperó unos segundos más hasta que estuvo plenamente seguro de que había conseguido burlarlos.


  Se puso su capa negra, aunque no tanto como su corazón, y extendió por el suelo los componentes que traía consigo formando un círculo. Formó una estrella de cinco puntas y encendió una vela en cada extremo. Sólo entonces se arrodilló y empezó a recitar su encantamiento, primero casi susurrando, luego subiendo un poco más la voz cada vez que repetía la salmodia.


  Sintió que el suelo emitía una suave vibración y sonrió. Su voz subió otro poco más mientras el aire a su alrededor comenzaba a moverse con una ligera brisa y las llamas de las velas titilaban queriendo apagarse.


  Siguió invocando a la bestia que dormía en el fondo de la cueva, notando la fuerza del ser que despertaba más allá de su vista en los remolinos que azotaban su rostro y el calor que le robaba el aliento.


  De repente las velas se apagaron y los ojos de la bestia aparecieron en el recodo frente a él que abrió los brazos con júbilo gritando el nombre de la bestia a pleno pulmón…


  Toda esta historia podría resultar grotesca, incluso divertida, de no ser por sus trágicas consecuencias: el conductor no vio al individuo hasta que estuvo encima de él. Durante más de seis meses estuvo recibiendo terapia para olvidar el incidente, cosa que sólo consiguió tras muchas sesiones de hipnosis y una severa medicación. Todavía hoy algunas noches se despierta con sudores fríos sin saber a qué se debe, o se sobresalta al oír un golpe seco.


  Al intentar frenar el tren de golpe, los pasajeros se precipitaron hacia adelante por la inercia. Las lesiones que sufrieron iban desde leves arañazos hasta alguna que otra conmoción cerebral, pasando por varias fracturas de diversa consideración.


  Ni que decir tiene que el Ayuntamiento cerró para siempre ese tramo del metro. La excusa oficial fue que la proximidad del puerto provocaba filtraciones de agua que hacían peligrosa la circulación de los trenes. Incluso se insinúa que algún alcalde llegó a contratar un exorcista…Sólo por si acaso


  En cuanto al pobre desequilibrado que se creía un brujo baste decir que, con algunas vomitonas del equipo de limpieza, tardaron casi un año en recuperar todos sus pedazos, y, aun así, todavía hay quien cree que no se ha conseguido del todo….

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