El vuelo de Àngel y el misterio de Montjuïc

Arión Llumínar

Àngel, un niño de diez años, vivía en la montaña de Montjuïc, en Barcelona. Fascinado por el Teleférico y el Funicular de Montjuïc, un día decidió explorar la montaña. Emprendió su aventura con una mochila, una libreta de dibujo, lápices de colores y binoculares, mientras el Funicular lo llevaba a lo alto.


Al adentrarse en la montaña, encontró una cueva con una piedra brillante rodeada de flores silvestres. Al tocarla, Àngel recibió la habilidad de volar y comunicarse con máquinas. Emocionado, decidió usar sus poderes para encontrar un tesoro ancestral perdido en Montjuïc, del cual su abuelo le había contado historias llenas de misterio.


Consultó al Teleférico y al Funicular, quienes le dieron pistas: el tesoro estaba escondido en algún lugar entre el cielo y la tierra, en un rincón secreto de la montaña, donde solo los ojos de un niño podían verlo. Armado con las pistas y su libreta de dibujo, Àngel voló sobre Montjuïc, dibujando en su libreta los lugares que coincidían con las descripciones.


Al llegar a la cima, encontró una formación rocosa inusual, suspendida entre el cielo y la tierra, cubierta de enredaderas y musgo. Recordó la pista sobre los ojos de un niño y, al acercarse, notó una entrada casi invisible a una cámara oculta tras una cascada. Al entrar, Àngel se encontró en una sala iluminada por luciérnagas, llena de joyas y monedas de oro.


Maravillado por su descubrimiento, comprendió que había encontrado el tesoro perdido de Montjuïc. Decidió compartir la noticia con su familia y vecinos, quienes se reunieron para celebrar el regreso del tesoro ancestral. El hallazgo unió a la comunidad, y todos se sintieron agradecidos por el esfuerzo de Àngel y el legado compartido que el tesoro representaba.


Agradecido por sus habilidades extraordinarias, Àngel se dedicó a usar sus poderes para ayudar a otros y proteger la montaña. Continuó comunicándose con el Teleférico y el Funicular, quienes se convirtieron en sus amigos leales. Juntos, vivieron muchas más aventuras, llenando de alegría y asombro a la gente de Montjuïc y enfrentando desafíos inesperados.


La relación entre Àngel y las máquinas se hizo famosa, y pronto otros niños comenzaron a explorar Montjuïc con una nueva perspectiva, buscando tesoros ocultos y secretos en cada rincón. La montaña se convirtió en un lugar de encuentro para los jóvenes aventureros, quienes compartían sus descubrimientos y aprendían sobre el valor de la amistad y la colaboración.


La piedra mágica fue devuelta a la cueva, esperando al próximo aventurero que descubriera sus secretos. La leyenda de Àngel y el tesoro de Montjuïc perduró, como testimonio del poder de la curiosidad, la amistad y la imaginación de un niño. La montaña se convirtió en un símbolo de esperanza y unión para todos los habitantes de la ciudad, quienes visitaban Montjuïc para admirar su belleza y recordar la historia de Àngel.


Con el tiempo, Àngel creció y compartió sus experiencias con las nuevas generaciones, enseñándoles a respetar la montaña y sus secretos. Los niños continuaron buscando tesoros ocultos y aprendiendo valiosas lecciones sobre la importancia de la naturaleza, la historia y la amistad.


La piedra mágica, devuelta a su lugar de descanso en la cueva, se convirtió en una parte importante de la leyenda de Montjuïc. Aunque la piedra nunca fue encontrada de nuevo, el espíritu de Àngel y su legado de amistad, aventura y amor por la montaña siguieron vivos en el corazón de todos los habitantes de la ciudad.

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