SUBTERRÁNEO

Aidil

Es una noche corriente. Giro a la izquierda y ya veo la boca del metro. Bajo las escaleras. Valido el tiquet y voy hacia mi andén. Pienso en el silencio que hay. Me siento. Veo que faltan 6 minutos, así que busco algo de música y me pongo los auriculares. Empiezo a escuchar “The Scientist” de Coldplay y cierro los ojos.


Al acabar la canción los abro, miro el panel y sigue poniendo 6 minutos, qué extraño. Iría a preguntarle a alguien qué pasa, pero cuando llegué no había nadie y estaba todo cerrado. Decido avisar en casa de que llegaré más tarde. 


Conectando con la red, buscando servidor, error en la conexión. 


No hay cobertura. Dudo en irme pero rápido, se me va de la cabeza, es normal que a veces falle internet ¿no? Y es la única forma que tengo para volver a casa. Decido no preocuparme en exceso y sigo esperando el metro. 


Me toco la cara y noto que aún llevo los auriculares. Sin internet no me sirven de nada. Al quitármelos empiezo a notar unas interferencias y de repente un grito muy agudo. No es posible, si no están conectados a nada. Vuelvo a acercármelos y escucho el mismo ruido. Los lanzo al suelo por instinto. Esto es muy raro. 


Posibilidades. Alguien ha conectado por error su móvil a mis cascos; están rotos y es algún ruido interno; mi mente está jugando conmigo y está haciendo que me imagine cosas. Todas ellas me parecen mucho más razonables que pensar en algo paranormal.


Los miro fijamente. Tengo que saber qué era eso. Procedo a cogerlos y me los vuelvo a poner. Pasan unos segundos y no oigo nada. Me alegro al pensar que solo era una imaginación mía, así que esbozo una leve sonrisa y en ese momento escucho una voz que empieza a gritar “BAJA, BAJA, BAJA”. 


Me los quito corriendo, los tiro a las vías e intento controlar mi respiración. No entiendo qué está pasando y por qué a mí, nada de esto tiene sentido. Empiezo a repetir en voz alta lo que esa voz me ha dicho; baja, baja, baja. 


Pero ¿cómo voy a bajar y adónde? De repente mi mirada se queda clavada en la entrada del túnel. No sé por qué, pero sé que debo ir por ahí. 


Sin darme cuenta estoy en las vías del metro alumbrando el oscuro túnel con la linterna del móvil. No tengo ningún tipo de control sobre mis piernas, es como si supiesen donde tengo que dirigirme. Me quedo fascinada con lo grande que es eso, es como una ciudad dentro de otra ciudad. Después de hacer varios giros a ambos lados e ir recto durante un rato mis piernas se paran. Entonces lo veo. O más bien lo noto. 


Esa sensación de estar rodeada y notar cientos de ojos clavados en ti. Por algún extraño motivo no tengo miedo, sino más bien me siento parte de ellos. Parece un lugar inexplorado por el ser humano. Empiezan a hablar. Es un vocabulario desconocido para mí. Decido imitar algunos sonidos que hacen. Parece que les gusta ya que se van acercando más y más. Están tan cerca que solo con estirar el brazo puedo tocarlos. Hay uno que es especialmente curioso. Lleva a mi lado todo este tiempo. Levanto la mano para acariciarlo.


De repente todo se funde a negro, paso mis manos por delante de mis ojos pero ya no las veo. Seguidamente, noto como el suelo tiembla, escucho un gran estruendo y un crack. Eso es lo último que recuerdo antes de ser engullida. 


Cuando el metro pasó por esa parada no había nadie esperándolo. 


 

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