Relato de un Viaje y sus Dispersiones

Florentina

Faltaba cada vez menos y seguía dándole vueltas al asunto. Pero ¿por qué? Pasaban siempre tantas cosas y tenía tantas ideas y sin embargo no se decidía.


Tenía un trabajo que presentar, pero su cabeza iba a mil por hora.


Entró rápidamente al mismo coche de la L3 del Metro que subía siempre y se ubicó en la misma posición.


A Mariana le encantaba el último coche, contando desde que bajaba la escalera, y parece ser que al resto de la gente también, ya que todas las mañanas veía las mismas caras. Muchas veces se preguntaba cuál sería la historia de cada uno, pero esta vez, estaba distraída. Hasta más de la cuenta.


De repente se escucha:  - “Propera parada Les Corts”.


Impulsivamente da un salto, abre la puerta y salta del metro. Pero ¿dónde estaba? Su capacidad de dispersión era enorme y tenía que actuar rápido si pretendía llegar en hora.


Mariana cambia de andén y emprende nuevamente su viaje de vuelta hacia la estación donde debía bajar. Pero nota una suerte de cosquillas en su tobillo derecho y se pregunta: “¿me habrá picado algo?”.


Lo deja pasar, pero al rato siente nuevamente esas mismas cosquillas en el otro tobillo. Y es en ese momento, que decide agacharse.


No podía ser, se estaba volviendo loca. Pero sí, era una cría de algo parecido a un dinosaurio. ¡No, a un dragón!


En el otro extremo del coche, nota como un joven vestido de caballero medieval con una armadura se paseaba blandiendo una espada y hablando en un dialecto que la joven no reconocía.


Instintivamente se dispone a cubrir a la cría para protegerla, pero un hilo de humo la delata y el joven, sin dudarlo, le clava la espada.


Mariana empieza a gritar y rompe en llanto, pero nota que una luz roja muy intensa brota del suelo y donde yacía el pequeño dragón ahora en su lugar había una rosa.


-"¡Pero esto es una locura, esto no existe!", se repetía, mientras el joven, que se presenta como Jordi, le extiende la rosa y le sonríe.


Alarmada, cierra los ojos y empieza a negar con la cabeza mientras nota una mano sobre su hombro.


Abre los ojos y se sorprende al ver que un guardia de seguridad le preguntaba si se encontraba bien, ya que estaba gritando, y muy fuerte. 


Mariana indica que está bien y pregunta dónde está. El guardia le responde que estaba en el metro y que iba en dirección a la Catedral.


Sin dudarlo un instante, agradece y se baja en esa misma estación. Todavía tenía una extraña sensación en su cuerpo y su respiración estaba agitada.


Empieza a caminar y de a poco su ansiedad va bajando, y se da cuenta que solo se había dormido un par de estaciones y había tenido el sueño más extraño reviviendo la tradición de Sant Jordi, que se celebraría ese mismo fin de semana.


Al llegar a su lugar de trabajo, se prepara un café y lo lleva a su escritorio. El viaje le había resultado eterno además de extraño.


Abre su bolso y coge su ordenador, y al apoyarlo sobre su mesa nota que algo cae.


Mira entre sus piernas para ver que lo que había caído era nada más ni nada menos que un pétalo de rosa.


Nuestra joven soñadora esboza una sonrisa y comienza a trabajar muy inspirada con la certeza de que esa mañana, en el Metro, Sant Jordi la había salvado del temible dragón.

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