Mami, pero yoTMB

Ricitos de oro

“Mamá, ¿por qué los mayores no subís las escaleras, por qué os quedáis todos quietos ahí?”, escuché de fondo mientras miraba mi móvil.


Esa pregunta me sacó de mi mente, y me fijé en esa niña, de ricitos de oro, que llevaba una mochila muy graciosa de unicornio, esa niña que estiraba del bolso de su madre para que ésta le hiciese caso. Esa niña que estaba señalándome mientras subía por mi izquierda las escaleras mecánicas.


Curiosa, me quité un auricular, me cambié de fila y empecé a subir las escaleras detrás de ellas. La madre la miró, y con una mirada orgullosa le contestó:


“Cariño, a algunos mayores les duelen las rodillas, como al abuelo, y prefieren quedarse quietos, sin hacer esfuerzos. Otros están cansados y prefieren no moverse. Luego fíjate, casi todos están mirando el móvil y no prestando atención a los que les rodea, así que si suben las escaleras, ¡te prometo que la mitad se caería!”


Me fijé en esos “mayores” de los que formaba parte, muy a mi pesar, y me di cuenta de que efectivamente, ninguno estaba presente, la mayoría metidos en sus pantallas, o con los auriculares, incluso medio dormidos. Y me di cuenta, de que podía contar con los dedos de una mano aquellas personas que transmitían vida, y una de ellas, sin duda era esa niña.


“Ya, mami", replicó la niña," pero yo también estoy cansada y aun así me esfuerzo”.


Y qué gran lección nos dio esa curiosa niña, una mañana cualquiera, en las escaleras del metro.


Y qué pena que solo unas pocas personas tuvimos la suerte de escucharla.

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