Huellas
La estación anunciaba un minuto treinta y cuatro segundos, normalmente solía tomar el metro sobre esa hora.
Había amanecido conmocionada por las pesadillas que normalmente me acompañan, siempre deseo meterme en la cama como si fuera el lugar donde hallaré el silencio mental que necesito, pero a la vez tengo miedo de adónde me puede llevar el inconsciente.
Esa mañana, además de levantarme empapada, recordaba un rostro desconocido para mí.
Intenté hacer caso omiso, volver a la realidad, el olor de la casa, la luz, los objetos conocidos y su disposición, con el objetivo de amainar mi angustia, y lo logré, no todas las mañanas era fácil conectar con el aquí y ahora
Con exactitud llegaron los vagones anclados unos a otros, y subí al último, que aunque me hacía el camino más largo hasta el trabajo, a la vez me evitaba encontrarme con gente conocida, no soy muy social, correcta y amable eso sí, pero tímida.
Enfrascada en el libro que ya es un anexo de mi mano, me despisté un segundo al sentir unos zapatos de payaso, justo enfrente de mí y aunque no me atreví a mirar a quién pertenecían no pude dejar de tenerlos presentes y cada ciertos segundos los miraba con curiosidad.
De quién serían los pies que los llenaban, qué ser había decidido calzarse ese disfraz de pies, qué querría vivir eses día que precisaba de esa grandeza en sus extremidades, porque nuestra indumentaria es un reflejo de lo que permitimos que se vea de nosotros y lo que no.
A veces me pasa que me hipnotiza tanto la historia que leo que estoy a punto de perder mi estación, y por eso voy levantando la cabeza para conocer dónde estoy en cada momento, y en esas descubro al personaje portador de esos pies alegres.
De repente sentí que me sonaba su cara, tampoco tenía un rostro muy peculiar, pero como había quedado con un cliente hace días y hay quien sigue con la mascarilla, pensé que nos han sectorizado el rostro, dejando ver sólo la mirada y eso confunde
Recordé entonces que la vida no es una casualidad, sino que existe la causalidad y ello nos lleva a sitios desconocidos y según cómo, temibles. Recordé entonces a mi madre, tan pragmática y práctica, tan saludable, tan fría a veces.
En estos últimos meses estoy haciendo un curso, La Conciencia de la Vida, que abarca conceptos varios como los rayos de luz, astronomía, chakras.......
Ese mismo día tocaba clase y como cada miércoles quedé con mi hermana.
El bip bip bip anunciando que el metro seguía, hizo que saltara como un resorte, alcanzado por los pelos la puerta notando que una presencia me custodiaba para que pudiera salir
Eran esos zapatos, pegados a mí. Cuando quedé al otro lado de la puerta, intentando ignorar la vergüenza que me acompañaba por el espectáculo , así lo vivo yo cuando soy demasiado visible, alcé la vista y descubrí unos ojos mirándome, acompañados de una sonrisa ....era el rostro de mi sueño....,y allí me quedé embelesada , sorprendida por la coincidencia, que no casualidad
La jornada de trabajo no es rutinaria, así que fui haciendo todo aquello que fue apareciendo, sin acordarme del rostro y de sus zapatos de payaso.
Deseaba llegar a casa y poder encontrar mi centro, ese lugar de paz que buscas para refugiarte cuando el mundo se te hace hostil, y cuál fue mi sorpresa cuando habiendo llegado, sólo el tiempo de dejar bolsas, el timbre suena, al abrir un repartidor con el rostro conocido y un paquete en mano con mi nombre como destinataria, le miré, cerré la puerta.
Abrí la caja y estaban allí....