Desmemoria

Mika

Ayer por la tarde me volvió a suceder, en esta ocasión en la línea V13 del autobús. La vi junto a la puerta central, cuando circulábamos por el tramo central de las Ramblas. Morena y de pequeña estatura, llevaba unas gafas de montura metálica. Aunque su cara me resultaba familiar, no lograba identificarla. Comencé a repasar mentalmente los lugares que frecuento: el edificio de oficinas donde trabajo, varias cafeterías, el gimnasio, las tiendas del barrio o el parque al que suelo llevar a mis hijos. Me levanté con intención de saludarla por si de ese modo conseguía avivar mi memoria. Pero entonces se apeó, desapareciendo por una de las callejuelas del Raval.


 En lo que quedaba de trayecto no me la pude quitar de la cabeza. Al llegar a casa, una vez agotado sin éxito el método de los emplazamientos conocidos, cambié al de los nombres y apellidos, más laborioso pero de probada eficacia. Consiste en intentar asociar aquellos al personaje misterioso, siguiendo con absoluto rigor el orden alfabético en combinaciones de dos, tres o más letras. Cuando me fui a acostar iba por la letra “h”, esta mañana al levantarme ya había revisado hasta la “s” y ahora mismo ya solo me quedan las cuatro últimas letras del abecedario. Me siento optimista: terminaré averiguando quién es esa mujer.

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