MUDANZA DE PENSAMIENTOS
Había decidido mudar mis pensamientos de lugar.
Poco a poco fui embalando las historias hasta que pude meter tres años de experiencias y unas cuantas ilusiones en una maleta. Aproveché para comerme todos mis sueños en el desayuno para traerlos conmigo, porque en la maleta no me cabía nada más. Estaba cargada de esos amores perdidos en las calles de Barcelona, dos botellas de lágrimas de alegrías, una de penas, cartas de papel con sabor a piel, casualidades metidas entre las toallas, la familia enfrascada en un perfume de melancolía, el camino recorrido dibujado en las huellas de un par de zapatos, la identidad de lo vivido en fotografías manchadas de vino de amanecer, una brújula con ese norte curioso y una cadena llena de eslabones con anécdotas caseras. Así partí lento a bajar las escaleras del metro, mientras la ciudad estaba recién despertando vestida de un silencio urbano acompañada de algunas estrellas trasnochadas. En el andén sólo estaba el tiempo esperándome sentado al lado de la nostalgia, tomados de la mano. Sentí una mirada clavada en mi espalda y al girar me encontré el pasado de frente. Ahí estaba… enfadado por dejarlo atrás, y ni una palabra salió a su encuentro. La calma se apoderó de nuestros labios y una sonrisa cómplice comenzó a dibujarse. Entonces pasó nuestra vida por delante mientras la serenidad abrigaba las dudas con una suave caricia de sabiduría. Llegó lo mejor sin ninguna presión, decidí moverme con el sabor de haber hecho lo correcto. Los ojos se habían cerrado automáticamente y el beso se hizo infinito. Se difuminaron los límites y ya no sabía donde terminaba mi lengua o donde comenzaban tus brazos, mientras sentía cómo el calor trepaba y apenas lograba respirar el aroma de la ingenuidad mezclada con el momento que se evaporaba lentamente. Luego se perdió la estación. Éramos un universo más allá de lo visible, fuera de todo lo vivido.
Hasta que escuchamos el primer aviso sonoro del cierre de puertas, el vagón había llegado sin darnos cuenta, volvíamos a una realidad que nos pillaba abrazados. El flash espontáneo de tu luz fulminó la incertidumbre, escondida detrás de ella había una clara invitación a volver. Luego otro aviso sonoro. Sabía que las puertas se iban a cerrar, la ansiedad me golpeó trayendo consigo a la razón, quedé tan aturdido que hasta olvidé respirar, en ese preciso instante, un escalofrío revitalizó a la memoria para recordarle que duermes con otros latidos. Entonces la esperanza de volver a besarte se subió al vagón rápidamente, el anhelo de tu cuerpo fue el próximo, para finalmente subirme con todas las demás preguntas que se movían tan deprisa que no sabía cómo reaccionar. Tres segundos después llegó mi corazón que venía detrás y que se había quedado esperando esas palabras que nunca llegaron. Una vez dentro me volví a girar y quedé en frente del deseo que me observaba atento, sin poder subirse, hasta que finalmente se cerraron las puertas del pasado. Todo se distorsionó con el movimiento. La oscuridad del túnel hacía asomar algunos pensamientos profundos por una ventana. Hasta que se volvieron a abrir las puertas del presente, la tristeza me abrazaba fuerte mientras caminábamos juntos hacia la salida cuando percibí un vacío dentro de mí. Ahora tenía espacio para la felicidad.