Discapacidad invisible: un viaje hacia la visibilidad

Ella Travels

Imagínate, tienes una enfermedad o discapacidad invisible. Sentarte en el transporte público no es un lujo sino una necesidad. Podrías atravesar una situación que no se ve: operación, quimio, dolor intolerable de pie, vértigos. Tantas posibilidades que no se ven. ¡Mientras tanto, los prejuicios siguen, pero tienen que desaparecer, ya!


Una vez me encontré sentada en la parte delantera del H12, que me llevaba al fisioterapeuta en Roger de Llúria. Una madre se quejó, con un tono desagradable, de que no tenía ninguna vergüenza de ocupar una plaza para personas con discapacidad. Estaba con su hijo, que tenía mi edad y estaba en muletas.


Normalmente, no suelo decir nada. Porque me pasa desde la adolescencia y nunca tengo ganas de explicarme. Pero ese día, ¡no podía más, ni con los prejuicios, ni que la gente me hable así!


Se sentaron en las sillas grises para discapacitados, justo detrás. Me giré y le enseñé mi tarjeta de discapacidad, le expliqué que sí es invisible, pero me lo podría haber preguntado de una manera amable y se lo hubiera explicado de la misma manera. Era tiempo de alzar la voz para evitar prejuicios, solo por parecer joven y en buen estado de salud.


Su hijo la defendió diciendo que no lo podía saber, y se lo concedió. ¿Pero sabe el dicho “no hay que juzgar por la apariencia”? Al final, no fue eso lo que me molestó, sino su tono.


Lo que más me hizo gracia, es que animé a una mujer de unos 50 años que estaba de pie, a acercarse a otra plaza por discapacidad. Me dijo que tenía razón y que con su esclerosis múltiple, sufría estar de pie. Me apoyó, y dijo que a partir de ahora también se sentará. Le pasó más de una vez que la gente se quejaba por ocupar tal sitio. “¡Con lo que nos cuesta obtener la tarjeta de discapacidad!”, como bien dijo. ¡Un proceso que tarda meses, o años! Nunca la pedí cuando era más joven a pesar de necesitarla, sobre todo porque esperaba recuperarme al no saber la enfermedad que tenía. Tardé años en diagnosticarla, ya que es una enfermedad rara poco conocida de los médicos. Mientras tanto, sufría de pie cuando no había un asiento libre en el bus o el metro.


No deberíamos tener que justificarnos. Espero que algún día, todas las ciudades tengan una manera de distinguir a los discapacitados o enfermos invisibles que lo deseen.


En el Reino Unido, existe una asociación que desarrolló un sistema, que permite dar visibilidad a una persona con discapacidad invisible. Hay mucha educación alrededor de ello, y no solo en el transporte público. Todo el mundo sabe que la gente que lleve este collar de girasol necesita prioridad, sea transporte o tienda.


 


¿Lo sabías?: 1 de cada 7 personas vive con alguna discapacidad, la mayoría invisible.


Puede ser temporal, situacional o permanente, y ser de naturaleza diversa: neurológica, cognitiva, visual, auditiva, sensorial, o enfermedades crónicas, dolor crónico, trastornos del sueño. Pero lo raro, es que la representación de la discapacidad es la silla de ruedas. Porque, en realidad, es una minoría la que la usa. Habría que crear otro tipo de signo. ¡Animo a lxs diseñadorxs a pensarlo!


¡Así que no juzgues sin saber! Y mientras no tengamos ninguna manera de distinguirlo, deja la plaza de discapacidad siempre disponible si no la necesitas. Cansa siempre pedir. Pero debo decir que agradezco a la mayoría de la gente que se levanta cuando le pido dejarme su asiento si no lo necesitan. No todos lo hacen. ¡Y eso es lo más bello de la gente en el transporte público de Barcelona!


 


 

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