¡ Ayyy, vaya pisotón!

Lola

 


La historia que les voy a contar ocurrió hace 48 años.


 Línea verde, estación Diagonal, hora aproximada 19:30 Era verano, yo llevaba sandalias, un detalle importante a tener en cuenta.


Sentada en el andén esperando la llegada del tan deseado metro. Estaba agotada, una jornada de trabajo dura y deseando llegar a casa.


           Por fin sale de la boca de aquel túnel tan oscuro. Para, me levanto, abre sus puertas y…¡ole tú! ¡Vaya pisotón! Miro, un señor pone cara de espanto, tengo que decir que el mencionado señor no estaba nada mal.


-¡Ohhh! Disculpa, qué torpe soy ¿te he hecho daño?


-Bueno, pregúntaselo mejor a mi dedo.


 Mi cara enrojeció por el dolor que sentí en ese momento. Dos asientos libres, me siento, se sienta a mi lado.


-Lo siento, perdona, no acostumbro a ir pisando los pies a los viajeros.


Su comentario me pareció divertido, incluso alivió el mal que sentía en mi dedo gordo.


Seguimos hablando durante todo el trayecto. La impresión que me causó era más bien agradable y casualidad, nos apeamos en la misma estación.


- Espero que no sea nada lo de tu pie – se despide con una sonrisa de súplica.


- No te preocupes, ya casi no duele.


Unas semanas después, estaba sentada en una terraza, en la plaza de la Virreina. Había quedado con un grupo de amigos para tomar algo, ya saben, el verano, calorcillo, luz, De pronto escucho:


-Hola, ¿cómo está tu dedo?


 En aquel momento no sabía de qué me hablaban, ni tampoco de quién era aquella voz, pero al levantar la vista vi al culpable del moratón que me duró unos días.


Esta vez, nos intercambiamos los teléfonos. Y, efectivamente, en varias ocasiones quedamos para ir al cine o al teatro, alguna que otra cena.


Y así la cosa fue cada vez a más. Pasados dos años, nos casamos.


En el metro y gracias a un pisotón, conocí a mi media naranja.


Pero ahora ¡no vayan Uds. poniendo el pie debajo de cualquier zapato!


 

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