Cotidianidades del alma

Carlos Fuentes

Abril. Mes de lluvia. Bueno, es de ver este año. La sequía es evidente. Preventivamente decidí comprar la T-usual, aprovechando la tarifa reducida. ¿La extenderán por otro período más? Normalmente prefiero caminar antes de usar el metro. Suelo pensar que ese par de kilómetros diarios me ayuda a ser una persona menos sedentaria. 


 Decimoquinto día de abril. Primer día de lluvia y granizo. Las nubes claroscuras contribuyen a que mi letargo matutino se prolongue. Decido coger el metro para compensar mi tardanza. 


 Me acongoja que el billete se demore tanto en salir del torno. Normal que emita tantos sonidos, debe imprimir la fecha en la cual expirará. ¿Qué estaré haciendo ese día? Hay tanto que debo resolver. 


 Suena el Himno de la Alegría en el pasillo donde músicos se postran. La gente camina con prisa frente a la flautista, quienes transitan ese espacio temporal con expresiones etéreas y cruzando miradas apenas tangibles. 


 Me escabullo entre la muchedumbre que ansiosamente desea entrar a la línea roja. ¿Exacerba la ansiedad el color rojo? ¿Es contagiosa la ansiedad? Hace mucho me pregunto si las personas tenemos una especie de síndrome del nido de hormiga roja. 


 Mi bolso se atasca cuando se cierran las puertas del metro. Un flujo de sangre delinea una vena en mi frente... ese signo inexorable cuando enfrento situaciones estresantes. Con una movida súbita, una persona coge un extremo de mi bolso para evitar que las puertas terminen de aplastar mi bolso. Nota que mi bolso contiene un objeto sólido, contundente y con picos.


 Esta vez el pulso que mantiene ese signo que me delata no es por estrés, más bien por una mezcolanza de emociones. No tengo el reflejo de los vidrios cerca, pero mis pupilas dilatadas y mi quijada entreabierta seguramente me condenan. Culpable en flagrancia. 


 Medito brevemente sobre las posibilidades que una persona con esas características me ayudase. Atisbos de relaciones fugaces del ayer. ¿Estoy viajando en el tiempo nuevamente?


 Mi viaje durará 5 minutos, bajaré en Plaza España. Sí, el tiempo es relativo, pero temo que no puedo amalgamarlo como he hecho en otras ocasiones. 



  • "Sabes, has salvado mi talismán... una piedra amatista que me regalaron", contesté sin que existiera pregunta alguna.

  • "¿Sí? Puedo preguntarte... ¿quién te la ha regalado?", contestó ante un comentario real. 

  • "Una persona parecida a ti", murmuré.


Me miró fijamente, hurgando por más expresiones faciales. Trato de controlar mi cara, de reducir mis rumiaciones sobre este vínculo fugaz. 



  • "Te he visto anteriormente... quisiera saber más de tu talismán, pero me bajo ahora en la siguiente estación", dijo con un dejo de ansia. 

  • "Pues... tal vez empiezo a coger el metro más seguido".


Se difuminaba entre la gente mientras yo rebobinaba este breve episodio de mi mañana. El metro se presta a una suerte de microcuentos que, si estoy presente, conecta con otros tiempos... ¿no? Y todo esto en apenas diez minutos.

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