El acto

MVE

Entré y me senté a su lado. Realmente nunca lo había pensado, pero creo que el metro genera un espacio urbano. Definitivamente una empatía colectiva apresurada, desmedida, cansada e irónicamente indiferente.


No obstante al estar ahí, en ese blanco lugar en movimiento, lo entendí. Fueron esos cinco segundos al entrar al vagón, cuando todos tomamos nuestros asientos, los que pueden, o nuestro pequeño rincón... que cometemos ¡el acto! Nuestras miradas viajan de manera automática por unos segundos para ver a nuestro alrededor. Quisiera creer que no soy el único en notarlo pero a veces esas minúsculas ojeadas tocan el alma. Miradas tristes o apáticas, miradas que terminan en una sonrisa y miradas de nostalgia como la de aquel día. Quería amarle con mis ojos. Quería decirle que no soy tan desconocido, que también estoy cansado al empezar o terminar el día y que le conozco, le conozco los 20,000 días y 600,000 minutos que pasamos en ese vagón en nuestra vida.


Que de alguna manera quisiera acariciarle con la mirada y decirle que todo estará bien, que el tiempo en este agujero es superfluo en este instante llamado vida.


 

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