El amanecer de todo

Crisomar

 Sonia escribe. Vive de escribir artículos en una revista médica, pero lo que le gusta son los relatos. 


    Todos los sábados por la mañana se sube al B25 hasta Sant Adrián del Besós. Acostumbra a sentarse en el fondo del autobús y observa a los pasajeros. Fantasea sobre su vida, sobre los motivos por los que suben en ese autobús y a dónde van. Toma notas y luego en casa desarrolla las historias.     


    Mientras ella está distraída escribiendo en su Moleskine, se ha sentado delante suyo un hombre joven. Ella se fija en su nuca. Le gustan las nucas masculinas de piel fina y bien rasuradas. No le ve la cara, a pesar de que gira la cabeza de vez en cuando, como si buscara algo. Sostiene un libro sobre las piernas. Ella se inclina un poco hacia delante para poder leer el título, pero no lo logra. 


    Al rato, el joven se levanta, parece que se va a bajar. Toma el pequeño libro y en la portada se puede leer: "El amanecer de todo". Sonia conoce el libro, lo tiene presente en su memoria. El hombre se baja. Y Sonia se olvida del pasajero. 


    Al sábado siguiente, está ausente mirando por la ventana, rumia un relato sobre la anciana situada unas filas por delante. Mira al frente distraída y allí está la sensual nuca con el pequeño libro cerrado sobre los muslos. Esta vez Sonia puede ver el perfil del joven. Nariz griega, labios carnosos y bien vestido, le parece atractivo. 


    Al otro sábado el joven se sienta de cara y Sonia puede constatar que realmente le parece seductor. El mismo libro sobre las piernas. 


   Durante otros siete sábados el joven sube al autobús, se sienta, coloca el mismo libro cerrado en el regazo, siempre del lado de la portada y se baja en la misma parada. Sonia empieza a pensar que no está del todo cuerdo o simplemente lleva el libro para aparentar.


    Sonia siente verdadera curiosidad, sin embargo, no se le ocurre ninguna historia sobre él. Eso la inquieta y un día decide seguirlo.


    —¿Por qué me sigues? —pregunta él de pronto dándose la vuelta.


    —¿Disculpa?... 


    —¿Qué quieres?


    —Verás —dice Sonia con un hilillo de voz—... escribo relatos y me inspiro en los viajeros del autobús. Siento curiosidad por saber por qué llevas más de tres meses paseando el mismo libro —contesta Sonia.


    —¿Conoces el libro?


    — Si.


    Él le propone tomar un café. Hablaron largo rato, hasta que él le cuenta que está buscando a una mujer que vio un día en el B25, un sábado por la mañana leyendo ese libro. 


    —Los libros que leemos nos representan. Dicen mucho de nosotros. ¿No te parece? 


    Los dos sonríen.  


 


 

T'ha agradat? Pots compartir-lo!