Metro o otro metro

Palimpesto

Línea 1, se abren las puertas. Plaça de Sants, Hostafrancs, Espanya, Rocafort, Urgell, Universitat, Catalunya y… otra vez Plaça de Sants. Suspira. Esto está empezando a ser molesto. Había pensado que ir una hora antes solucionaría el problema, pero el metro simplemente no la quiere llevar a Urquinaona.


Hace dos semanas, cuando empezó todo este embrollo, se subía dos o tres veces y al final llegaba. Pero últimamente habían empezado a ser cinco o seis, por lo que decidió llegar una hora antes. ¿Acaso se iban a convertir en dos? Menudo inconveniente más molesto.


No puede permitirse llegar tarde al trabajo, y sabe que no van a aceptar la situación como excusa. Vuelve a intentarlo una y otra vez, pero no cede. Vuelve a Plaça de Sants siempre.


Mira hacia la boca del metro; realmente no quiere llevarla hasta allí. Pero no hay alternativa, al fin y al cabo. No la había cuando su madre la llevaba a clases de piano con el mismo profesor que había tenido ella. Ni cuando iba a la universidad a hacer esa carrera que no le gustaba pero que hacía tan orgullosa a su familia. Ni cuando salía con su novio, ahora prometido, que no le entusiasma mucho pero es buena persona. Ni los últimos cuatro años yendo a la oficina, por supuesto. Toda una vida en la Línea 1.


La boca del metro la conoce mejor que nadie, pero no le cae bien. Lo sabe porque siempre que se sumergen dentro de ella le devuelve esa mirada a través del cristal. No lo soporta y siempre baja la cabeza.


Llega otro tren, pero no se sube. ¿Cuál es el punto de seguir perdiendo el tiempo? Piensa en ese anuncio de la revista: “Curso de escenografía, plazo de inscripción del 6 al 19 de mayo”. Una sensación le nace en el estómago y ramifica hasta el pecho.


Sale de la Línea 1 y se dirige a la Línea 5. La sensación no desaparece incluso cuándo se abren las puertas y entra. Hay cuatro paradas, y llega sin ningún problema a su destino.


 

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