El héroe del metro

Pruna Vermella

Fuera, en la estación de metro, siempre aquel hombre negro y corpulento. No sé a qué hora debe haber salir de su casa. Haga sol, lluvia o viento él está ahí. Espera que le recoja alguien para ir a trabajar. LE miro siempre a una distancia prudencial, como si fuera una niña que teme al que es diferente. Bajo las escaleras casi siempre corriendo. Dejé de usar los tacones hace años y los vendí sin pensarlo en Wallapop. Siempre bajo con la mirada de aquel hombre clavada en mi mente. Es muy oscura y hace que su esclerótica parezca amarilla. Imagino como llegó hasta nuestro país. O si es nacido aquí. Le tengo cierto respeto.


Hoy me he levantado como siempre con prisas, me he puesto las deportivas y he salido rápido. Él estaba allí. Mientras bajaba los primeros escalones he sentido un tirón en el bolso, acto seguido un pinchazo en las lumbares. Por un momento, muy pequeño y vergonzoso, he pensado que era el negro de la estación. No era así. Era un tipo muy delgado, blanco, que tiraba con fuerza para robarme lo poco que pudiera llevar encima. Y no me preguntéis cómo, pero el hombre negro ha aparecido, le ha hecho una llave marcial y lo ha reducido. Mi asaltante llevaba un cuchillo y el hombre negro se lo ha cogido y lo ha lanzado a la vía. En ese momento, los viajeros que estaban por la estación ya habían llamado a la policía, y venían de camino. Todo ha pasado muy rápido. Estaba aturdida, con los ojos muy abiertos, con la respiración entrecortada. Tenía ganas de llorar. Sudaba. La policía me ha pedido que los acompañara. A Nizar también le han pedido que venga con nosotros.


 Desde hoy el negro no es un emigrante del Senegal, es un héroe. Me siento despreciable por mirarlo en la distancia, con miedo. Él ha puesto en peligro su vida por mí, demostrando su calidad humana, y yo solo soy una persona ruin que mira por ella misma. Egoísta.


 


 

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