Miris languidece en la L1

Damien Purple

Miraba por la ventana que da al sinsentido. Próxima parada: Universitat. Recogería su peluca de rubíes como los montes dorados asfixiantes que habían transcurrido en Filipinas, mientras el tren naufragaba en diásporas idílicas y tratados esteticistas. La recogería en casa de Purple, mientras su perra Nenis languidecería en el sofá, observando el paisaje drástico de lo cotidiano con su infalible mirada de aguijón. Próxima parada: Urgell. Allí actuaría aquella noche aunque el mundo se interpusiera entre el abismo y su ser hirsuto, entre sus pómulos sangrientos y la mirada patética de un destino inminente. Recordó que una dragqueen no se achanta ante los asuntos cotidianos y llamó a Lady Elizabeth, quien se hallaba naufragando en un lago de café y hielo. Mamá, ¿qué hay de cenar? No solo de pan vive el hombre, le recordó ella, con un acento lánguido similar al de la reina de corazones en Alicia en el país de las maravillas. El traqueteo del vagón anunciaba algo inmediato, y por un momento deseó que el mundo explotara drástica y completamente, que todo el sinsentido acabara de una vez, y al fin poder asirse a una liana verdadera, aunque solo fuese para recorrer este mundo de locos. Recordó que a pesar de todo el mundo no era algo hostil, porque comenzó a sonar Die With A Smile en la radio, y ello le recordó que estaba enamorada y que se parecía mucho físicamente a Gaga, aunque Miris solía mirar al mundo escépticamente, como si siempre tuviera una pregunta candente e irresoluble en la memoria.


Mamá, voy a casa de Purple para tratar de salir de este sueño, para lograr algo de consistencia, porque siento que este vagón es la nube de la sinrazón misma.


Así, divagando en sueños descendió del vagón en Urgell, imaginando un nuevo tono para su peluca, de modo que de rubíes imantados de espiga y rocío haría emerger un dorado estelar que opacaría toda su existencia para iniciar así una nueva vida, en un nuevo sueño.


 


 

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