El último cuento

Ágata

La carroza de calabaza desapareció, los ratones huyeron y en un instante Cenicienta se encontró sola en medio del bosque, descalza de un pie, envuelta en la oscuridad de la noche. Abrumada, se sentó en una piedra y empezó a llorar.


Laia sintió lástima de la joven e intentó consolarla, ella le explicó su azarosa y desdichada vida.


Siempre había deseado viajar a países exóticos y disfrutar de aventuras. No le gustaba el destino que le esperaba. El porvenir que le había tocado vivir no le agradaba en absoluto. Lo único que quería era ser la dueña de su historia, para poder decidir su presente y su futuro.


La idea de ser una princesa le atraía. Muchas veces se preguntaba, porque no podía ser Pocahontas, Mulán o incluso Alicia en su país de las maravillas, todo menos la aburrida vida de palacio. Eso sin contar que el príncipe no le resultaba atractivo.


Después de tantos años reviviendo las mismas cosas, solo deseaba dar un vuelco a su existencia y cambiar la corona por una mochila, unos vaqueros y unas zapatillas deportivas.


Había planeado fugarse. En breve tenía previsto hacerlo. Pronto en cuanto encontrara el momento, sin pensarlo dos veces lo haría.


En su ansia de libertad, se veía recorriendo el mundo.


-Pròxima estació Mercat Nou.


-Laia, ya hemos llegado -le dijo su madre.


Ella, obediente, apagó su libro electrónic, y se dispuso a bajar del convoy.


-¿Mami, qué significa ser la dueña de tu historia?


-Lo que quiere decir, es que puedes hacer las cosas que te gustan sin que otros decidan por ti.


-¿Por qué me lo preguntas, cariño?


-Cenicienta me lo ha dicho, mami.


Mientras subían por las escaleras mecánicas de la estación,su madre no pudo evitar hacer un gesto de resignación. Desde que la Inteligencia Artificial había hecho posible la interacción entre los libros y el lector, las cosas no eran como antes. El chat para conversar con los personajes hacía que los cuentos, ya no fueran los mismos.

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