Carpe diem

Miguel Mestal

Los usuarios del metro de Barcelona pasaban por delante de los carteles que recordaban el centenario de la compañía sin prestar atención a las imágenes que rememoraban la efeméride. Todo el mundo tenía prisa. Nadie se paraba a mirar los carteles. En el vestíbulo se esquivaban unos a otros en un tráfico ininterrumpido que los usuarios solo pausaban al llegar al andén mientras esperaban al próximo tren. La mayoría se evadía de la realidad focalizando su atención en la pantalla de su teléfono móvil, aislándose del mundo exterior gracias a unos auriculares.


Dentro de la marabunta de gente, Daniel sujetaba firmemente la mano de Marc, su hijo de diez años. No quería que se separase de él. Podría perderse con facilidad. Se dirigían hacia el andén cuando la exposición de fotografías llamó la atención de Marc, quien tiró del brazo de su padre para que frenase. Eran fotografías en blanco y negro de la inauguración del metro de Barcelona en 1924.


« ¿Qué hora es?», se preguntó Daniel mientras consultaba su reloj. «Aún tenemos tiempo. Parece que esto ha llamado su atención. En tres minutos llega el siguiente tren».


— ¿Qué te parece? —le preguntó Daniel a su hijo.


—Parecen fotos muy antiguas —contestó Marc.


—Lo son. Algunas tienen justo ahora cien años. Hay un mensaje oculto en estas imágenes. ¿Sabes cuál es?


— ¿Cuál?


Carpe diem —dijo Daniel.


— ¿Carpe qué? —preguntó Marc.


Carpe diem. Es una locución latina que quiere decir que hay que aprovechar el tiempo. No malgastarlo. Siempre que veo una fotografía antigua me acuerdo de una película que vi hace muchos años.


— ¿Qué película?


—Tú no las has visto. Eres muy pequeño. Se estrenó hace mucho tiempo. Ya la veremos juntos algún día. Hay una escena en la que un profesor lleva a sus alumnos a ver fotografías antiguas como estas y les recuerda que todas las personas que aparecen en estas imágenes ya han fallecido. El mensaje que nos transmiten es: ¡Aprovechad el tiempo!


— ¿Todos están muertos?


—Todos. No se ve a ningún niño. Quizá la persona más joven tuviera dieciocho o veinte años en el momento de tomar la foto. Aun así, ya habrá fallecido. La persona viva más vieja del planeta no tiene más de ciento diecisiete años. Así que todos los de estas fotografías tuvieron que fallecer hace tiempo. ¿No crees?


—Sí, supongo que sí.


Ambos se quedaron un momento en silencio y Daniel le preguntó a su hijo:


— ¿Qué piensas?


—Que hay que aprovechar el tiempo. Vamos, no quiero llegar tarde —contestó Marc.


—No te preocupes, hijo. Con el metro nunca se llega tarde.


 

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